El cojo de Inishmaan

A quienes les gusten los clásicos del cine de la época dorada de Hollywood, les encantará este drama amable que ha llegado al escenario principal del Teatro Español. Viendo la propuesta cuesta creer que su autor sea un hombre de estos tiempos, Martin McDonagh, nacido en 1970. Si alguien dijera que lo había escrito su padre o incluso su abuelo nos lo creeríamos totalmente. Y es que la propuesta que el director Gerardo Vera hace para “El cojo de Inishmaan” nos traslada a la década de los cincuenta, no sólo por su ambientación sino por el tono empleado durante toda la función. Es innegable que el cartel tiene todo el tirón necesario para atraer hasta el patio de butacas a los amantes del arte escénico. Marisa Paredes, que no se prodiga mucho en las tablas, y Terele Pávez, más atraída por la gran pantalla en los últimos tiempos, están como son ellas, inmensas intérpretes, siempre creíbles ante sus personajes, aportando, sobre todo, Pávez, pero porque su personaje es así, el toque pícaro y distendido de la función. Enric Benavent arrasa en el escenario en cada aparición por la fuerza y la vitalidad tan características de este actor y que sabe aprovechar al máximo sobre el escenario. Irene Escolar, que sirve igual para un roto que para un descosido, se enfrenta, según sus propias palabras, al personaje más difícil de su carrera. Aún así, parece que no le ha costado en absoluto llegar a transformarse esa chica amargada y barriobajera, que se contrapone a su natural dulzura, pero a la que da vida con el desparpajo propio de un personaje duro como es Helen. Y reverencias merece el jovencísimo Ferrán Vilajosana, al que habrá que seguir muy de cerca porque, incluso con las dificultades físicas que cuenta el personaje, sabe sacar desde las vísceras el alma de ese muchacho víctima de su época. Calificación: Gran trabajo actoral aunque la propuesta rezume un aire antiguo.

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