
El cocinero Andrés Madrigal
La idiosincrasia de un país determina la forma de ser, las costumbres de sus habitantes y la manera en que son vistos extramuros, más alla de sus fronteras. Los platos tradicionales de cada estado pueden tener mayor o menor aceptación por lo foráneos, pero forman parte de su cultura. Muchos españoles no permiten que nadie de fuera venga a criticar lo que comen o lo que dejan de comer.
Pero cuando son ellos los guiris -porque cuando estamos fuera de España, los españoles somos más guiris que los británicos con calcetines blancos y chanclas que sonrosan cada verano nuestras playas- se creen en el derecho de poder despreciar impunemente las costumbres culinarias del país que visitan. Y eso que España tiene una extensa lista de platos que no podrían ser servidos en muchos puntos del resto del planeta, a saber, caracoles, sangre encebollada, callos, gallinejas, zarajos… por decir sólo unos cuantos. Pero que nadie nos hable de hormigas fritas o gusanos a la plancha, ¡qué horror!
El espanto llega a la cara del ama de casa media, acostumbrada a cocinar toda clase de viandas de casquería, cuando se entera de que el reconocido cocinero Andrés Madrigal se comió una placenta en reducción de naranja. El rictus se le enternece a la señora cuando se hace conocedora de que la placenta era de su hija. Aún así, le provoca unas náuseas irrefrenables.
Pero el estómago no se le conmueve a la mari mientras se alimenta de las vísceras que ha elegido voluntariamente. La selección ha sido cuidada. Tenía varias opciones, pero elegió tragarse de pe a pa todos y cada uno de los minutos televisivos que retransmitían los instantes que seguían a un crimen de la España profunda, de aquellos que ya contaba El Caso.
Un hígado bien fresquito encima de la mesa. Y la señora, feliz viendo el plató que le han preparado bien condimentado con entrevistas a menores, guarnición de padres ejerciendo de legisladores improvisados y revuelto de manifestaciones por doquier. Esto no le levanta el estómago a un país. Eso sí, Andrés Madrigal parece un antropófago sólo porque quiso comer lo que dio el alimento a su hija antes de nacer.
Traspellado, bonito palabro… parece que procede de la derivación alcarreña del castellano! Hay tantas palabras por España que no encuentra significado unos pocos kilómetros más allá.
wuenas a todos, desde luego que diferencias han existido siempre y existirán incluso en la misma provincia o en el pueblo de al lado. Pero desde luego sabiendo de donde procede el «alimento» y siendo humano creo que mucha gente su estómago o mente no dejaría comérselo (yo por ejemplo). Aún así admiro a la gente que prueba de todo y no tiene problemas en ese aspecto. Para concluir: muchas veces si pensáramos lo que comenos, mas de uno estaría «traspellao» (idioma pocero traducido al nuestro MUERTO DE HAMBRE).
Insisto, comerlo o no es cuestión de mentalidad.
El uso en cosmética de las placentas y de otros fluídos sí es conocido, pero comerlo, de eso no tenía noticia.
Es cierto que cuando se inicia una vida lo que le recubre está lleno de nutrientes, al igual que las semillas que son » la placenta» de los vegetales.
¿Pensarías que los países del Norte de Europa tienen culturas antropófagas? ¿A qué costaría imaginárselo? Pues allí se comen las placentas… no se trata de antropofagia tanto como de lo que tenemos en nuestro «coco».
Diferencias culturales existen, o al menos existían, pero en el caso concreto lo que sorpende a todos no es el hecho de comer un víscera sino la procedencia humana de la misma.
¿Es posible que el efecto de la globalización haga que las culturas antropófagas se propaguen?