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Todo el tiempo del mundo

todo-el-tiempo-cartelRecibir la noticia de que Pablo Messiez está enzarzado en un nuevo montaje teatral genera una grata impaciencia a los amantes del teatro porque el tiempo pasa muy despacio desde que se recibe la dichosa noticia hasta el estreno de la obra «messieana». Nos podemos sentir afortunados porque «Todo el tiempo del mundo», la última creación teatral escrita y dirigida por Messiez, ya está sobre los escenarios y esta vez en las Naves del Español, sin duda, vientre natural para los montajes del creador argentino.

En «Todo el tiempo del mundo» la acción transcurre en el interior de una antigua zapatería de señoras, muy parecida a la que regentaba el abuelo del autor, el señor Flores. Nos podemos ahorrar la pregunta de cuánto hay de autobiográfico en este montaje. Durante la entrada del público y durante los primeros minutos, las clientas deambulan por el local mientras son atendidas por los dependientes. Hasta aquí el realismo de la función. Transcurridos esos primeros minutos, comienza la ensoñación del propietario de la zapatería, el señor Flores. El pasado y el futuro conviven irremediablemente entre suelas y tacones, no hay quien pare esa centrifugadora del tiempo. Y para crear confusión está el presente que no acierta a comprende lo que está pasando, probablemente, porque el presente nos ciega, nos sobrepasa, no nos deja ver más allá ni girar la cabeza para saber de dónde venimos. De nuevo Messiez, como ya hiciera en «La distancia», hace malabares con los planos temporales. Demuestra que domina el movimiento de esos tiempos, añadiendo en esta obra el plano del tiempo futuro, difícil de digerir por desconcertante y desconocido.

Cada personaje es un tiempo viviendo su presente. Sólo el personaje de Nené porta la bola de cristal para anunciar al señor Flores lo que le deparará el futuro en un diálogo intenso, íntimo y desolador para el patio de butacas. María Morales es Nené que representa el presente y el futuro, la ternura y la crudeza en un registro que María Morales domina sabiamente, regalando un trabajo a los espectadores que no dejará indiferente a nadie del público. La compañía Grumelot conforma el resto del elenco. Todos ellos jóvenes y talentosos como demuestran en cada minuto de esta función. Iñigo Rodríguez-Claro saca a luz su gran valía dando vida al señor Flores. Sin duda, un gran regalo de Pablo Messiez al actor, quien posee un talentoso dominio de la técnica actoral que le permite poder atravesar los difíciles momentos que debe digerir el personaje, aguantando el peso de la historia y manteniéndose en escena prácticamente durante toda la función.

Pablo Messiez se reta así mismo con cada estreno. «Todo el tiempo del mundo» tiene muchos elementos para llegar a lo más profundo del espectador y esta vez lo consigue desde ese prisma del tiempo, de todo el tiempo del mundo, aún inexplorado en su totalidad por el autor. El que no arriesga, no cruza la mar. Pablo Messiez la cruzó y creo que debe estar llegando a nado a Hawaii. Confiemos en la inmensidad de los océanos para que pueda seguir nadando.

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