La plaza del diamante

Lolita Flores ha tenido mucha suerte. Que caiga en sus manos una joya de la literatura de la posguerra española como es “La plaza del diamante” es una fortuna reservada a muy pocos. Mercè Rodoreda, autora de la novela, narró en esta novela las tragedias que se vivían en España antes y después de la guerra civil. En la historia de Columeta no sólo cuenta lo que su protagonista va narrando sino cómo lo va narrando. Este es un personaje que dejó marca en la televisión de los años ochenta,  que esparció la realidad de la guerra entre los españolitos que se sentaban delante de la tele a ver la penurias que ese personaje vivía, entonces, interpretado para la pequeña pantalla por Silvia Munt. Hoy nos encontramos a una Columeta en la madurez de su vida recordando su infancia y su juventud que pasaron como un soplido entre miseria, hambre y vejaciones. Lolita Flores es la encargada de contarlo, no sólo de contarlo, sino de mostrarnos en carne mortal a esa Columeta que ronda los cincuentas años que está de vuelta de la vida y que se conforma con poco, como desde el día que nació. La vida de Columeta es la vida de miles de personas que vivieron en aquella España triste y oscura sin posibilidad de conseguir nada mejor en un horizonte lejano y que no tuvieron más remedio que sumirse en el agujero de la supervivencia.

Joan Ollé ha hecho una magnífica adaptación de la novela que permite al espectador adentrarse en la vida del personaje y no perder detalle del trasiego continuo en la vida de Columeta. Y quien mejor que Ollé para dirigir a esta Lolita Flores que ha aceptado un reto difícil, del que sale airosa mientras consigue atrapar al público en la intensa vida de esa mujer con la mirada a ratos perdida, a ratos evocadora. Seguro que Lolita habrá ido creciendo aún más en su personaje según hayan ido avanzando las representaciones y se haya adaptando a los inconvenientes de esa sala pequeña del Teatro Español llena de incesantes ruidos provocados por el público asistente que, a veces, olvida que el teatro no es el salón de su casa. Joan Ollé ha optado por una sencilla dirección en el movimiento escénico, pero en la que cada palabra busca un tono para representar un significado. Magnífica la idea de las guirnaldas de luces para enfatizar momentos cruciales de un vida llena de oscuros y poco claros.

Calificación: Gran oportunidad para acercarse a un título indispensable de la literatura contemporánea. Excelente ocasión para ver a Lolita Flores en plenitud interpretativa.

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