En el desierto existen oasis en los que refrescarse y donde relajar la mente pensando que no sólo hay arena y dunas en el camino. Con el teatro madrileño pasa algo similar. Los oasis son pocos en el trayecto de los asiduos seguidores del mundo escénico en la capital, contados, pero los hay. “Cuando deje de llover” no es un oasis, es un océano en el desierto en el que recrearse y disfrutar con su agua, elemento muy presente en la función ya desde su título.
Andrew Bovell firma la autoría de esta pieza mimada milimétricamente, formada por distintas historias que encajan como un puzzle creado a lo largo del tiempo y de diversas generaciones. Hace falta maestría para saber cuadrar esas vivencias complejas en sí mismas, que se suceden. Su director, Julián Fuentes Reta, ha sabido crear una orquesta de acontecimientos en el tiempo que el espectador es capaz de seguir atentamente de forma independiente y conectando unos con otros. Julián Fuentes Reta, no es sólo maestría, también es excelencia en el trabajo porque cada palabra de los personajes se acompaña de un gesto, de un detalle que da colorido a una obra de teatro llena de duras realidades a las que nos tiene acostumbrados la vida. Texto y dirección, de altísimo nivel.

Nueve actores sobre el escenario de Matadero Madrid componen las historias de «Cuando deje de llover»
No se quedan atrás los actores. Es muy difícil encontrar elencos tan amplios y tan homogéneos a la hora de interpretar. La mano de Fuentes Reta tendrá mucho que ver también en esto. Susi Sánchez impacta por su forma de ejercer su profesión. No hay estruendos en su interpretación, es el personaje, te la crees de cabo a rabo. Consuelo Trujillo, idem. No se puede ser más madre amantísima ni más mujer sufridora. Pilar Gómez tiene la virtud de servir igual para un roto que para un descosido, no me canso de decirlo, y sabe llegar a la parte más sensible de su espectador desde la compasión que genera el personaje de Elisabeth. Ángela Villar encara la valentía de su personaje y sabe mostrar la inocencia que perderá de una tacada. Jorge Muriel no defrauda, siempre al máximo nivel, mostrando el lado más sencillo del aventurero Gabriel Law. De Felipe G. Vélez se recordará por mucho tiempo que lance el grito desgarrador más intenso y más real que se ha visto en teatro en años. Ángel Savín cierra el círculo de función, es el principio y el fin junto a Borja Maestre, actor que tiene que dar mucho que hablar por su templanza encima de las tablas. Y el último en mencionar, pero no por su interpretación porque no puede encerrar más verdad, Pepe Ocio que hace frente al personaje más indeseable de toda la función, el paradigma de la confusión y que él interpreta como si no estuviera pasando nada. Enorme, Pepe Ocio. Enfrentarse en soledad a un escenario como el de la Sala 1 de Matadero tiene que dar más que respeto y Maestre lo hace con toda normalidad. “Cuando deje de llover” se convertirá en un imprescindible de las tablas que cada persona que pueda disfrutarlo caerá rendido de amor por el teatro, si es que no le apasionaba ya este arte.
Calificación: Experiencia muy próxima a la catarsis.