¿A quién no le gustaría poder vivir un sueño despierto? Aunque fuera un sueño vivido por otros. Esa es una experiencia a la que no hay mortal que se resistiera, incluso a pesar de que fuera Chejov quien hubiera ideado la historia grupal que fuera a ser soñada. Carles Alfaro ha dirigido “Éramos tres hermanas” en el Teatro de la Abadía utilizando una brillante forma de expresar el onirismo a través del texto “Tres hermanas”, de Chejov.
En escena Julieta Serrano, magistral como de costumbre, acompañada por la sin par Mamen García, en ocasiones una de aquellas jóvenes hermanas que nos retratara Chejov en su obra, en otras una mujer experimentada que ve la vida con la ilusión de una adolescente, con la ilusión de alcanzar Moscú como meta vital. Mamen García sabe transmitir esa ilusión de niña apasionada. Mariana Cordero representa la templanza, la cordura frente a sus dos hermanas soñadoras. Lástima que el micrófono hiciera que el público perdiera el máximo de la interpretación de Cordero.
Esta nueva visión de las “Tres hermanas” de Chejov, autoría de Sanchis Sinisterra, muestra en pureza la cotidianeidad que habitualmente narraba el autor ruso. Historias del día a día de unos personajes que por naturales pueden crear la sensación de que no está pasando nada. Pero la grandeza de Chejov está en cómo cuenta las historias y sus frases magistrales que caen sobre el espectador como una losa de verdad.
Calificación: Revisar a Chejov no es otra cosa que revisar la realidad.