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La vuelta a la familia profunda

REGRESO AL HOGAR de Harold Pinter

Un hecho que en general es motivo de alegría en la mayoría de los hogares, como es la vuelta a casa del hijo que abandonó su entorno seis años atrás, en la familia de Regreso al hogar marca un antes y un después. Ya nada volverá a ser como antes para ninguno de sus miembros.

Cartel Regreso al hogarRegreso al hogar no es más que exageración de las relaciones humanas, no sólo en lo referente a las relaciones familiares sino en lo que se refiere a nuestras relaciones con los demás. Un padre abrupto, maleducado y que, a pesar de querer imponerse, ya ha perdido la autoridad, abre el cuadro de situación que va explicando al espectador quién es cada uno de los personajes.

El premio nobel Harold Pinter cuenta la historia de un familia que se presenta desmembrada, rota y sin visos de reconciliación. Y un hecho inesperado consigue unirles cuando cada uno vivía en su planeta a pesar de habitar bajo el mismo techo. Es un familia de hombres. La única mujer de la casa era la madre que murió. Ahora la única fémina de la historia es Ruth (Ana Fernández) la esposa de Teddy (Sergio Otegui), el hijo pródigo que vuelve a casa.

Ruth, una mujer tímida, desorientada ante un entorno nuevo, ante una familia llena de extraños. Max (Francesc Lucchetti), el padre, no acepta a una intrusa en su casa. Ni tan siquiera acepta a su hijo Teddy al que considera un intruso igualmente que abandonó el hogar familiar para irse con una mujer. Pero poco a poco se familiariza con Ruth y la admite en su  hogar. Y el resto de hombres de la familia se acostumbran a la presencia de esa intrusa familiar. La lucha comenzará cuando Teddy y Ruth decidan volver a su hogar conyugal.

Hay quien califica esta obra de Pinter como una de sus muestras de teatro del absurdo. Tiene un final inesperado, sorprendente, incluso se puede considerar imposible por lo que conlleva, pero no deja de mostrar lo que a muchos les hubiese gustado hacer ante esa situación y nunca se habría atrevido.

Ana Fernández y Sergio Otegui en Regreso al hogar

Francesc Lucchetti llena el escenario en el papel de Max, ese padre odioso y odiado por sus hijos. Siempre vivieron bajo el yugo de su voluntad radical y caprichosa. Lucchetti se transforma en Max y nos hace creer que su físico sólo puede corresponder con una personalidad como la del Max que Pinter concibió. Ana Fernández da vida Ruth. Las miradas inquietantes de Ana denotan una mezcla de timidez y altivez ante lo que vive en la casa familiar de su marido. La complicidad inicial que tiene con su marido en la obra, Ana la transforma en deseo hacia el resto del mundo. Por su parte, Sergio Otegui aguanta el tipo en el escenario intepretando a Teddy que tiene que soportar vejaciones y desprecios por parte del resto de personajes, consiguiendo que el público llegue a tener compasión de él. Antonio Gil, en el personaje de Lenny, aporta un aire chulesco y de superioridad que no se achanta ante las imposiciones del padre. Todos ellos coordinados por el director de orquesta que en esta función el experto director teatral Ferrán Madico que ha sabido conseguir que los actores de esta versión de Regreso al hogar proporcionen un profundo realismo a sus personajes.

 

Teatro Español

Sala Pequeña

Calle Príncipe, 25

Tel.: 91 360 14 80

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Entrevista a Charo Soriano

Charo Soriano

«A mí me gusta crear los personajes, no sólo decirlos»

Actriz de toda la vida. Dedicada en cuerpo y alma al teatro. Reconoce que si volviera a nacer, volvería a dedicarse al teatro. Sufrió junto a los autores y directores la época de la censura, pero recuerda aquel momento, por su intensidad, como algo especial, «algo tan maravilloso». Tuvo la suerte de ser dirigida por Adolfo Marsillach en la polémica versión del Marat-Sade estrenada en 1968, por la que recibió el Premio de Intepretación en el ciclo de Teatro Latino. También reconocida en el cine donde destacan, entre otros, sus papeles en películas de Saura como El jardín de las delicias, Ana y los lobos o La casa de chivas por la que recibió el Premio del Sindicato del Espectáculo. En el Último viaje de Antonio Machado interpreta magistralmente a la madre amantísima del poeta.

Charo Soriano

La actriz Charo Soriano

P. ¿Qué conclusión saca el espectador de Último viaje de Antonio Machado?

R. La conclusión está muy clara. Es una historia supervisada por Ian Gibson, no hay ningún dato falso. Es un homenaje al exilio que cualquier ser humano en cualquier guerra tiene que dejar su casa, su familia, sus amigos y emprender un éxodo hacia no se sabe qué. En un momento dado a todos nos puede pasar o a cualquiera le pudo pasar. Y, sobre todo, sirve para darse cuenta de lo terrible de una guerra civil, que por desgracia siguen existiendo.

P. ¿Qué es lo más duro del exilio?

R. Yo, afortunadamente, no lo he vivido, pero estar en un país distinto, dejar todo tu mundo, tu vida, tus cosas personales debe ser de un desgarro terrible. Toda una vida que se deja de lado. Esto hace que las personas se sientan perdidas. Más aún si se rodea de las circunstancias que vivió la familia Machado. Antonio sabía que su madre se estaba muriendo y su madre sabía que a Antonio no le quedaba mucho tiempo de vida. La madre tambien sufría porque no sabía dónde estaban dos de sus hijos y además su hijo Manuel se separó de la familia por tener una ideología política distinta.

P. ¿Antonio Machado o su familia se sentirían identificados con la obra?

R. Ha habido parte de la familia que ha contribuido en la elaboración del texto. El otro día vino al teatro un señor que conoció a la familia Machado y cuando me vio salir del teatro me dijo: «¿Eres la madre? Es que en el papel que interpretas estás igual que ella».

P. Sorprende la fortaleza de la madre de Antonio Machado.

R. Es un personaje con una fuerza impresionante aunque en todo momento emana cariño y ternura hacia su hijo enfermo. Ella llega a Francia con una salud más delicada que la de su hijo, pero resiste hasta que muere Antonio. A los tres día fallece ella. Eso me impactó. Si no fuera biográfico, pensaría que el autor se había pasado.

P. ¿La vida de Charo Soriano daría para una obra de teatro?

R. (Risas) Todas las vidas dan para una obra de teatro. Mi vida se ha centrado en el teatro. Si volviera a nacer, volvería a hacer teatro. También me ha gustado mucho el cine que he hecho, pero la pasión es el teatro.

P. ¿Tampoco has resistido a la televisión?

R. Llevo muchos años sin hacer televisión, pero he hecho muchos Estudio 1, que se cuidaban mucho, con muchos ensayos. Aunque la forma de trabajar en televisión ahora no me apasiona. Eso de que te den hoy un personaje y mañana tengas que salir a hacerlo… a mí me gusta crear los personajes, no sólo decirlos. Investigas el personaje y vas trabajando el personaje, estudiando por qué dice cada cosa y cómo se siente para expresarse así. Ese es el placer del teatro. Con la televisión, bueno, consigues popularidad.

P. ¿La popularidad es un placer o cansa?

R. Las dos cosas. Yo siempre he tenido claro que mi vida personal era mía, no quería contársela a un señor que no conocía de nada ni que investigasen sobre mi vida, ¿por qué? Yo a un amigo le cuento todo lo que quiera. Pero al igual que yo no opino de la vida de otros, nadie tiene por qué opinar de mi vida.

P. Comenzaste como meritorio del Teatro Español, ¿te acuerdas aún de aquellos días?

R. Síiii, me encantaba. Entonces había que tener un carnet que se obtenía estudiando tres años en el conservatorio o haciendo en un teatro nueve meses de meritorio para que pudieras trabajar. Todos los días me sentaba en una esquina del Teatro Español y me veía todas la obras. Me las sabía todas de memoria. Cuando terminé hice unos exámenes y quedé la número uno. Entonces se hacía la lectura de los textos con el autor y repartían los personajes. Al primer reparto que fui, para la obra El sexo débil ha hecho gimnasia de Poncela, me parecieron todos los personajes tan importantes que pensé que no había ninguno para mí, pero claro que lo había. Interpreté a una señorita huérfana que viajaba a Italia.

P. Ahora los actores tienen mucha más formación, pero no surgen grandes actores como entonces ¿por qué?

R. Ahora se dicen los personajes, pero no se crean. A mí me gusta crear los personajes, no sólo decirlos.  Yo tuve un profesor que nos decía que cuando se va al teatro y sin conocer a los personajes algo te atrapa de uno de ellos, ese normalmente es el primer actor. En el Último viaje de Antonio Machado ha dado la casualidad de que todos los actores creamos. Y eso se nota cuando el público sale emocionado.

P. Hoy el estreno de Marat-Sade ya no provocaría la revolución que causó cuando se estrenó en 1968 en el Teatro Español.

R. Claro que no. Hoy se puede decir todo y se puede hacer todo, pero en aquellas circunstancias era distinto. Durante la censura había un gran talento para decir las cosas sin decirlas. Había un talento muy agudizado. El estreno del Marat-Sade, dirigida por Adolfo Marsillach fue una noche memorable. Las protestas en la calle, apoyando la obra, fueron tremendas. Gente del partido comunista asistió a la representación y lanzó en el teatro panfletos con sus proclamas. Hubo quien dijo que habíamos pasado a la historia del teatro español porque habría un antes y un después del Marat-Sade. Estuvo sólo tres días en cartel, pero no por el escándalo que se organizó, sino porque estaba previsto así. Después se tenía pensado volver a Madrid, pero el autor, Peter Weiss, ordenó la suspensión de las representaciones como muestra de apoyo a las revueltas estudiantiles del 68.

P. ¿Añoras aquella época?

R. Fue una época preciosa. Las emociones se vivían más intensamente. Era algo tan maravilloso…

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