Querida Lola:
Su amabilidad y buena disposición me permitieron conocerla y aprender más de usted y de la vida de los cómicos que han recorrido -y que aún recorren- España de cabo a rabo.
Coincidimos hace muchos años en la presentación de un libro y desde entonces nuestra amistad se forjó por teléfono. Muchas han sido las conversaciones que hemos mantenido en las que intercambiábamos nuestras novedades profesionales, nuestras alegrías familiares y también nuestras tragedias.
Nunca faltaron sus palabras de cariño y de apoyo hacia mí, hacia el chico de la radio como me llamaba. Yo procuré que no le faltara una felicitación el día de su santo, que no quiso volver a celebrar tras la pérdida de su hija. Este año volví a acordarme como cada Viernes de Dolores, pero… ya no pude felicitarla.
Lola Lemos, una dama de la escena, siempre permanecerá en mi recuerdo como esa mujer entrañable que cada vez que hablábamos me preguntaba por mi madre, aún sin conocerla, porque sabía bien lo que sufre una madre y que siempre tenía una palabra de agradecimiento para el chico de la radio.