Los vértices de una relación

CASTILLOS DE CARTÓN

La película narra la historia de amor vivida en común por tres jóvenes que comparten ilusiones, gustos profesionales y cama. Basada en una novela de Almudena Grandes, el director Salvador García Ruiz ha llevado esta obra de la literatura a la gran pantalla en un guión adaptado por Enrique Urbizu.

El ménage à trois no es algo en nuestra mentalidad. El término francófono comenzó a proliferar entre los españolitos en plena transición a la democracia. En ese momento es donde Salvador García Ruiz, director de la película, sitúa la trama. Los años ochentas, cargados de innovación, mundos desconocidos y muchas cosas por hacer son el telón de fondo de esta historia que nos habla de la liberación sexual de los jóvenes de la época y del clásico enamoramiento de dos chicos por una misma compañera.

La película cuenta con una fuerte carga sexual con escenas que muestran a las protagonistas en plena desnudez compartiendo una misma cama. Pero García Ruiz ha sabido dotar de una extraordinaria belleza a esas escenas con planos cortos que permiten intuir más que ver. Suelen abundar en el cine la escenas de cama o con alto contenido erótico sin más sentido que un reclamo para el espectador. En Castillos de cartón esas escenas son necesarias. Explican el sentido de cada personaje en ese triángulo amoroso.

María José (Adriana Ugarte) es una estudiante de Bellas Artes que comparte aulas con Marcos (Nilo Mur) y Jaime (Biel Durán). María José y Marcos sienten una fuerte atracción, pero un problema que padecen cada uno de ellos, y que descubren casi simultáneamente al comienzo de su relación, les hace contar con Jaime en el día a día de su vida de pareja. En palabras del propio Biel Durán, su personaje, Jaime, «es el semental de la relación». Pero además Jaime es quien aporta frescura y sentido del humor a lo que viven los tres en común. Aunque también trae los momentos de tensión y los problemas cuando Jaime quiere acaparar más y más atención. Él quiere ser el protagonista del trío. Su participación necesaria le lleva a ser un buitre y a aprovecharse de cuanto aparece en el camino de esta pareja de tres.

Escena en casa de los padres de María José

Castillos de cartón da un aire de normalidad a las relaciones triangulares. Parece que lo que les sucede a los protagonistas, le podría haber pasado a cualquier persona. Más aún tratándose de un momento como la transición española donde las libertades saturaban a los españoles y, como a los niños, teníamos que aprender de cero lo que era bueno y lo que no era tan malo. Amor y pasión a raudales en formato peliagudo por sus tres vértices.

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