Los ojos

«Los ojos» me ha permitido volver a reencontrarme con el teatro de verdad, con el teatro que necesitamos para alimentar nuestro espíritu a través de los sentidos. Después de caminar durante semanas por un frondoso bosque de ortigas teatrales que me provocan una especie de prurito en los sentimientos difícil de curar, por fin, anoche encontré en la Sala Pequeña del Teatro Fernán Gómez un oasis en el que poder regodearse.
Pablo Messiez, autor y director de «Los ojos», ha creado una historia llena de carga emocional, con cuatro personajes que sobreviven cada día a sus luchas internas, a sus miedos, a sus utopías, a sus ganas de triunfar en lo que cada uno de ellos se ha marcado como objetivo. Pero, además, Pablo recrea la historia a través de una especie de cuento onírico al que traslada al espectador gracias a esa escenografía rural, a ese transcurrir de secuencias casi cinematográficas, a esa iluminación creativa, a esa selección musical oportunamente encajada en su sitio en cada momento. Y todo para contar cómo esos personajes viven el mismo conflicto y deben elegir entre hacer o no hacer, avanzar o quedarse como están, luchar o tirar la toalla.
Fernanda Orazi, toda una «chica Messiez» a estas alturas, encarna apasionadamente a una Juana la Loca de nuestros tiempos, desencajada, melancólica y fuera de sí y encima Fernanda consigue que nos lo creamos. Marianela Pensado, a través de su personaje, conmueve y hace cómplice al espectador de su sufrimiento y le pone en la tesitura de aliarse o con ella o con su novio, Pablo, al que Oscar Velado le proporciona un ceguera impactante para quien lo ve. Y para rematar, Chabuca (Violeta Pérez) abre la puerta a la realidad de estos personajes. Ella es el origen del bien y del mal. Ella con su aire castellano descompone los sueños y fabrica realidades.
Tengo muy claro que a quien me pregunte las próximas semanas qué hay de bueno en la cartelera madrileña le rogaré que vaya a ver «Los ojos» en el Teatro Fernán Gómez por haber conseguido la excelencia.
Y a Pablo Messiez sólo le puedo dar las gracias por haber elegido como profesión la de hacer feliz a un público deseoso de autores y directores como él.

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