El montaplatos (por Animalario)

La compañia Animalario, y quizá debería personificarse en la figura de Andrés Lima, ha reinventado a Pinter. «El montaplatos» es una obra del literato británico que encarnada por Guillermo Toledo y Alberto San Juan adquiere un espíritu distinto, un acción más movida y un sentido del humor difícil de imaginar en otros montajes de este título quizá conseguido gracias a sobrepasar ligeramente la frontera de la naturalidad para llegar a la exageración, lo que parece que se está convirtiendo en una marca de la casa en Animalario, aunque sin duda saben acotarlo para que no llegue a molestar.

Este texto no es fácil, vivir con el absurdo, expresarlo y hacer comprender al público qué es eso necesita de cierto arrojo. Si la versión se adapta de tal manera que parece que los personajes podrían haber viajado en el metro con nosotros esa misma mañana, la tensión se relaja en el patio de butacas y el público entra sin dificultad. Y viene bien la facilidad para relajarse porque una función así necesita mucho relax.

La sala 2 de las Naves del Matadero se ha transformado para la ocasión y la escenografía del montaje envuelve todo el espacio. Se puede decir que todo está inventado pero aquí, a pesar de todo, el espectador se sorprende ante el primer encuentro con el lugar. Y a partir de ahí llega la oscuridad, la luz y el espacio sonoro que participan activamente de esta propuesta que, aunque cuente con imprevistos como que se rompa un somier o que San Juan tropiece en plena carrera hacia lo desconocido, encajados como si estuvieran ensayados, hacen de este «El montaplatos» un montaje distinto a cualquier idea preconcebida sobre esta apuesta.

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