Los títulos, en general, son muy importantes a la hora de acercar al público a un producto creativo. Deben describir en pocas palabras lo que se encierra detrás de una obra que a veces cuenta mucho más de lo que esconde un mero título. Sin ir más lejos, “Chochos, el musical”. Podría pensarse que detrás hay una comedia muy ligera, llena de frases abruptas y ordinarias que buscan la risa fácil del espectador aliñado con alguna que otra coreografía repleta de mucha entrepierna femenina. ¿A que lo estaban pensado?
Ciertamente, hay mucha comedia y un no parar de carcajadas del público provocada por la inmensa Esther Gimeno… ¡vaya toro interpretativo! y nosotros sin conocerla. Pero La Gimeno, como le gusta llamarse, es una actriz descarada como una cupletista, lista como un ratón y con la inteligencia más que sobrada como para crear un espectáculo cómico que ponga de relieve la situación de la mujer en la historia y en el presente y las limitaciones impuestas a la mujer y las que ella misma se imponía entonces y ahora. Conseguir reírse de un tema de tal calado no es fácil si además se evita la vulgaridad y se pone de relieve la forma de buscar el impacto en el espectador a través de la carcajada. La Gimeno, sin duda, lo consigue con su texto y mano a mano con Marta de Castro, una mujer con una espléndida voz lírica que aporta las notas musicales de este cabaret a la antigua a través de su piano. Ambas nos trasladan al ambiente de los café-cabarets, desgraciadamente desaparecidos, y hacen que el público mire con ansia lo que pasa en el escenario porque cada vez quiere comer más de ese “Chochos, el musical” y desea que no acabe ese disfrute porque este montaje deja con ganas de más (lo que es cada vez más difícil dentro del mundo teatral donde todos las producciones deberían recortarse “diez minutitos”). ¡Ah!, cuando terminen de verlo entenderán que no podría llamarse de otra manera, así que no se asusten de entrada.
Calificación: Un chute de energía reparadora para los días de bajón y para el resto de días.