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El agapornis solidario

El comedor para desempleados inaugurado en Móstoles

El comedor para desempleados inaugurado en Móstoles

Durante los últimos años cada cual ha demostrado su solidaridad con el prójimo como ha podido o como ha sabido. Lo más común era colaborar con niños del tercer mundo a través de una de las ONGs que se reproducían cada día como setas. Se cuestionó mucho en su momento si el fin justificaba el medio.

Ayudar  a los demás debería ser la máxima más ensalzada de todo ser humano. Habrá a quien no le salga innato. A ese, deberían enseñárselo en la escuela porque si no le sale es porque en casa no aplica. Seríamos todos mucho más felices.

Ayudar a quien lo necesita -y ya no sólo en cuestiones económicas- provoca una enorme satisfacción difícil de explicar. Sin ir más lejos, los médicos y los abogados saben mucho de eso. No hay reunión social a la que acudan que no salgan del evento con una pregunta formulada por alguno de los invitados que aprovecha la ocasión de tener a un ‘picapleitos’ o a un ‘matasanos’ a mano para lanzar la cuestión que llevaba meses planteándose y que le tenía en un sinvivir. Y el médico o el abogado sabe -o mejor dicho, aprende- que eso es algo que va unido a su profesión como la respuesta a esa pregunta va unida a la satisfacción de haber resuelto una duda a quien tenía la inquietud. Ahí se demuestra la solidaridad.

En tiempos de crisis es importante ser solidario. Parece que un espíritu de colaboración con el prójimo nos inunda más en esto momentos. Es como si fuera Navidad todo el año, pero sin el consumo energético de las luces y el trajín de las compras, que no están los bolsillos para fiestas. Las empresas no suben los sueldos a sus trabajadores y lo hacen porque así mantienen los puestos de trabajo. Eso es solidaridad, no dejar al empleado sin su actividad remunerada. Los bancos congelan la devolución de los depósitos de sus cliente durante dos años. Eso es solidaridad porque si no, no lo cobrarían nunca -quién sabe si dentro de dos años lo cobrarán-. Una empresa de restauración, Taberna Bocatín, ha decidido dar un menú gratuito durante todo el mes de marzo a los desempleados que provistos de su cartilla del INEM y su DNI demuestren que están sin trabajo. Eso es solidaridad, crear campañas de marketing que al menos favorezcan a quienes lo necesitan. En Móstoles se ha puesto en marcha un comedor para dar de comer a diario a las familias que tengan más de dos miembros en situación de desempleo. Eso es solidaridad demostrada por quien quiere ayudar a su vecino.

Esa es la solidaridad que nos aporta la época de crisis. Se confunde solidaridad con lo que realmente lo es y viceversa. Hay quien se sube al carro en estas épocas y aprovecha el tirón en su beneficio. Y hay quien realmente da lo que tiene para ayudar a quien lo ha perdido. ¿Sabremos distinguirlo y por ende apreciarlo? Las buenas acciones nos abren el corazón a la felicidad. Mi ‘chache’ Kiko me recetó el otro día un agapornis para tener compañía en el camino hacia la felicidad.

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Camino: ¿Felicidad ante las adversidades o fanatismo religioso?

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¿Quién no ha oído hablar de la película Camino?

Sólo por lo que se ha hablado de ella debes sentir la curiosidad de ir a verla, para poder opinar y debatir sobre lo que se cuenta y cómo se cuenta.

Javier Fesser, inspirándose en un hecho real, nos acerca al mundo de una joven, Camino, que vive en un entorno familiar y social creado a partir de las creencias religiosas de su familia. Ellos son felices con su forma de vida. Por eso, ¿quiénes somos nosotros para juzgar la forma de conseguir la felicidad de los demás? (siempre que la felicidad no conlleve un perjuicio a los demás, lógicamente).

Es cierto que los extremos son malos y quizá ese sea uno de los mensajes que Fesser nos quiere lanzar describiendo la vida cotidiana de Camino y su familia, seguidores del Opus Dei, pero ¿no debemos calificar también de extremo el comportamiento de los que se rasgan las vestiduras porque consideran inaceptable el comportamiento de esa familia?

La película ha generado una enorme polémica por el entorno religioso del que se habla. Se ha querido transmitir que el director le ha dado un sentido de crítica a las actitudes del Opus Dei reflejadas en el largometraje. Quizá debemos dar una vuelta de tuerca más y tratar de ver en la pantalla no una crítica a una institución, sino la forma de vida de quienes lo siguen y buscar el respeto hacia quienes optan por ello.

No pertenezco al Opus Dei, sólo trato de buscar la objetividad en este película.

 

Id al cine preparados para ver una película dura (los kleenex para los más sensibles no estarán de sobra). Se nota que Fesser se ha desvivido haciendo la película y, aparte polémicas, se nota que está muy trabajada técnicamente y que mantiene el personal «toque Fesser» durante las más de dos horas de duración y, especialmente, en los efectos especiales muy bien traídos en las secuencias apropiadas.

Del reparto de actores destacar a Carme Elías en el papel de madre resignada, que sufre como cualquier madre en su lugar, sin sobreactuar y llena de naturalidad. Y como no hablar de la actriz revelación, Nerea Camacho, que interpreta a Camino. No sólo su juventud nos deslumbra, también su magnífica interpretación, que nos permite profundizar en el personaje desde la inocencia de esta adolescente.

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