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Moderna comedia clásica

La ternura

Hay que ver «La ternura». No puedo empezar de otra manera esta opinión. No quiero que nadie se pierda entre estas líneas y no llegue a la única conclusión que el que suscribe quiere transmitir a quien tenga a bien leer esto.

Desde su estreno, sólo había escuchado comentarios de elogio hacia la obra escrita y dirigida por Alfredo Sanzol, pero mi pensamiento seguía instalado, desde la ignorancia de no haber tenido oportunidad de verla, en que sería un popurrí de clásicos bien hilados por su autor. Bueno, pues no, nada de eso, o quizá sí, pero no lo que uno pueda esperar. De entrada, hay que hacer saber que es una comedia desternillante, ideal también para todos los que piden recomendación teatral y antes de que puedas abrir la boca te dicen: «pero una comedia, eh, que dramas ya tenemos bastantes en la vida.» Estoy seguro que, incluso a ellos, les encantará «La ternura».

la ternura (2)

¿Cuál es el secreto del despertar de pasiones de este montaje? Sin arriesgar mucho, diría que es todo en su conjunto. Respuesta facilona, lo admito, pero muy cierta. Entrando más al detalle creo que el éxito de «La ternura» viene por un texto escrito pensando en el espectador del siglo XXI e inspirado en el humor que nos acompaña hoy en día. A esto se añade una dirección ágil y fresca que no abandona al espectador a su suerte y se pone en su pellejo. Y como colofón cuenta con un elenco idílico para hacer reír, en el que disfrutamos de Juan Antonio Lumbreras, que vuelve a sacar su inevitable vis cómica tan necesaria en la comedia, Natalia Hernández, que se zampa lo que le echen sobre un escenario, pero en comedia sabe aportar ese tono ácido incluso desde el gesto, desde el movimiento corporal, o Elena González, que marca el contrapunto del resto de personajes desde la rigidez de la madre amantísima que sólo desea lo que, a su parecer, es lo mejor para sus hijas. Y por supuesto que Eva Trancón, Paco Déniz y Javier Lara están más que a la altura de lo que el montaje requiere para conseguir la ansiada carcajada de muchos espectadores.

Hay que ver «La ternura».

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«Carlota» o el postureo de la profesión

No negaré que fui con cierta reticencia al Teatro María Guerrero a ver “Carlota”. Aunque, en realidad, tenía un conflicto interno tremendo porque quería ver, y con unas ganas inmensas a la gran Carmen Maura, que volvía a los escenarios; a la siempre magnífica Natalia Hernández; a la casta de los Paso representada en Antonia Paso; al mítico Alfonso Vallejo, que siempre le recordaré como Don Pimpón; a Pilar Castro que tanto me ha gustado cuando la he visto en teatro, en fin, que tenía razones de peso para ver “Carlota”, a pesar de todo lo que había oído sobre este montaje que tenía tantas críticas negativas por muchos de los integrantes de ese grupo conocido como “la profesión”.

Desde que empezó la función mis ganas de ver más sobre lo que pasaba en el escenario iban en aumento. Aquello me estaba gustando mucho. Ese principio tan cinematográfico, ese juego de flashbacks, ese sube y baja de pisos, esas “coreografías” para volver al presente de lo que se cuenta, esa intriga por resolver una historia de misterio y, sin duda, ese texto de Mihura, tan rechazado por muchos (a veces todo lo que ha sido de obligado estudio en el colegio produce malestar) y que, sin embargo, mantiene la atención del espectador en el escenario, con sus momento cómicos, pero también con grandes ocasiones para demostrar la valía de los actores y para lucimiento del director. Paco de Mariano ha sabido manejar maravillosamente este texto y a esos actores para que bailen en torno a Carlota, en torno a la estupenda y generosa Carmen Maura, que ha rechazado muchas propuesta teatrales en los últimos años por no querer lucirse sola en un escenario. ¿Se puede pedir más a un mito de “la profesión”?

Sigo sin entender por qué muchos no quieren que Mihura esté en un teatro público, sigo sin entender por qué sólo hay que dar la oportunidad a nuevos autores a cualquier precio (eso también lo hemos vivido y lo estamos viviendo, lamentablemente, en los teatros públicos), sigo sin entender por qué no prevalece el teatro con mayúsculas sobre las poses modernas que muchos adoptan para sí y hacen que se expandan como una mala gripe. Calificación: Magnífica vuelta a los escenarios de la Maura.

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