La piedra oscura

Carta a Alberto Conejero

Querido Alberto:

Espero que al recibo de la presente te encuentres bien. Me apetecía contarte por escrito mis sensaciones después de ver por segunda vez «La piedra oscura», tu obra, tu regalo a los espectadores. Imaginaba que te haría ilusión recibir una misiva (no tengo tu dirección postal, por eso, me aprovecho de la tecnología) porque ya hemos aceptado con resignación que la comunicación epistolar con sentimiento está perdida. ¡Qué hubiera sido de la historia entre Federico y Rafael sin las cartas! Menos mal que aún nos quedas tú para poderlo plasmar inteligentemente sobre un papel que se subirá a los escenarios. Retratas a Rafael aferrándose a esa carta con anhelo, como el único pedazo que le queda de su amor y a la vez le sirve, paradójicamente, de consuelo. En nuestros días, nos venimos arriba mirando un whatsapp o escuchando un mensaje de voz, pero el punto romántico no es ni comparable y tú nos has hecho revivirlo y, a más de uno, le habrás ayudado a conocerlo. Al igual que has tomado la estilográfica de Federico poniendo en boca del soldado, en ese monólogo inicial, un texto que es puro Lorca escrito en el siglo XXI.

la-piedra-oscura-cartelVer «La piedra oscura» por segunda vez en el Teatro Galileo significó encontrarme con el dolor de vivir una agonía sin enfermedad previa. Me retorció el estómago más que la primera vez que me enfrenté a esa historia llena de vida. Una lucha por no dejar de existir, por encontrarle un motivo lógico a lo irracional y en la que cada palabra de los personajes permite a los espectadores entender el significado de cada palpitación de esos dos hombres tan distantes y tan cercanos entre sí. Cada latido de esos dos seres inocentes mina el alma del público. Estoy seguro de que también calaron muy profundamente en ti durante los meses que conviviste con esos dos damnificados mientras buscabas la manera de darlos forma. El recuerdo de ese tiempo que viviste trabajando en este texto se habrá quedado de manera indeleble dentro de ti, dándote alas para crecer aún más como persona en el camino de la excelencia humana, siempre luchando por evitar que se repitan injusticias similares. Espero que haber recibido el Premio Max te haya servido de bálsamo para las heridas. No sabes cómo me alegré cuando supe que era tuyo.

Antes del reestreno te vi nervioso y emocionado por el regreso de tu obra a Madrid. Lo justifico porque sé que te exiges mucho a ti mismo, pero una vez que se apagan las luces y empieza la función, buena parte de esa responsabilidad, que es el acicate de tu trabajo de dramaturgo, recae sobre Pablo Messiez, Daniel Grao y Nacho Sánchez. Difícil superar lo que ellos hacen. De Pablo, no esperaba menos, es el director que no defrauda. ¿Llegará el día en el que algún trabajo del señor Messiez no convenza? Me costará creerlo si me lo cuentan. En «La piedra oscura» lo da todo, no hay fisuras en su trabajo. Otro Premio Max bien merecido. Otra buena alegría que me llevé. Hace varios años que conozco a Pablo y sus trabajos, ya le iba tocando. Cuando supe que Daniel Grao y Nacho Sánchez iban a dar vida a estos personajes imaginé que el trabajo no iba a ser fácil para ellos. Poner en pie esos seres humanos, que luchan de forma sobrehumana, no está al alcance de cualquier actor. Parece que ellos dos se han quedado anclados en esa cárcel desde hace ochenta años y cada día reviven esas horas previas al fin sin que el tiempo pase para ellos. Imagino que te estarán inmensamente agradecidos por crear esos personajes. A los espectadores nos faltan fuerzas en las manos para reconocer suficientemente con aplausos su pasión en este trabajo.

Decía Federico: «Desechad tristezas y melancolías. La vida es amable, tiene pocos días y tan sólo ahora la hemos de gozar.» Permíteme que le lleve la contraria, aun a riesgo de que tuerzas la boca. La tristeza hay que experimentarla cada tanto, nos ayuda a sentirnos vivos. Al teatro no sólo se va a reír fácilmente, al teatro se va a renovarse viviendo historias que nunca llegaríamos a conocer de otra manera.

Gracias, Alberto, por tus regalos. No evites seguir dejándonos perplejos ni te quedes con sorpresas en un cajón. El presente y el futuro te estarán muy agradecidos.

Espero que nos veamos pronto.

Recibe un abrazo,

Jesús Ortega.

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