Radio y teatro
¡Ay, la radio! Ese medio de comunicación que vuelve loco a todo aquel que osa a introducirse en el misterio que conlleva encerrarse en un estudio con un micrófono y llegar a los lugares más recónditos donde pueda encontrarse un oyente. Aparte de tecnología, la radio es magia, no cabe duda. La radio informa, educa y acompaña. La radio, además, acompaña y mucho. Los que en alguna ocasión hayan podido escuchar el programa «Hablar por hablar» podrán ratificar esta afirmación. «Hablar por hablar», hasta ahora, era, y sigue siendo, un programa de participación, con la intervención telefónica de sus oyentes en la mayoría de los casos necesitados de un consejo para poder encontrar el sendero que les ayudase a salir de atolladero. A partir de ahora, «Hablar por hablar» ya no sólo es radio, también teatro. El mejor homenaje a ese programa que ha servido de ayuda a miles de personas durante su trayectoria y que a partir de aquí quedará inmortalizado a través de los textos escritos por Alfredo Sanzol, Anna R. Costa, Juan Cavestany, Yolanda Garía Serrando y Juan Carlos Rubio. Cada una de esas historias son pedazos de la vida de oyentes -ficticios- que se transforman en protagonistas momentáneos en las madrugadas de otros oyentes ansiosos por echar una mano y ayudar.
Fernando Sánchez Cabezudo logra en este montaje transmitir la esencia de la magia de la radio haciendo que el espectador se siente observador de cuanto ocurre en ese estudio de radio, en plena madrugada -si la radio es magia, la radio de madrugada es un viaje interestelar-, viviendo la intimidad entre locutor y oyente. Cuando el público está atrapado en esa red, comienzan a emerger personajes e historias duras, difíciles, simpáticas, reales, todas ellas contadas desde la verdad. La verdad más absoluta que aporta ese magnífico elenco de actores del que se ha rodeado Sánchez Cabezudo que muy acertadamente saben cómo hacer aflorar la emoción. A todo el reparto le toca ser poliédrico y mostrar fragmentos de vida de distintos personajes. Sobrenaturales los cambios de registro de cada uno ellos. Qué virtud interpretativa la de Ángeles Martín que lo mismo te crea un nudo en el estómago que te ayuda a relajar soltando una carcajada. Deberíamos ver más a Ángeles sobre los escenarios. Samuel Viyuela me ha dejado sin palabras cada vez que he podido verlo sobre un escenario. Domina con maestría su profesión y demuestra que tiene una capacidad única para reproducir milimétricamente las emociones de los personajes a los que llena de alma. La versatilidad de Antonio Gil es más que conocida, pero aquí se pone de manifiesto porque va y viene de un personaje a otro de forma limpia y acertada. No puedo dejar de mencionar a Pepa Zaragoza y Carolina Yuste que contribuyen a crear esa intimidad tan necesaria para contar lo que es la radio. Del equipo técnico, cabe destacar el trabajo del escenógrafo Eduardo Moreno que contribuye a dar cercanía y proximidad (tan necesaria en la radio) a cada uno de los intensos momentos que se viven en «Hablar por hablar».
Para quien ya está seducido por la radio, este es un montaje para disfrutar de ese romance. Si todavía la radio no ha terminado de germinar en lo más profundo de algunos, probablemente, gracias a «Hablar por hablar» comenzará a crecer ese cordón umbilical que une a los amantes del medio radiofónico al «transistor».

La historia de «El luna del Lady Chatterley», un granito más en la lucha para que la mujer ocupe el puesto que le pertenece, puede sonarles repetitiva, a unos, y antigua, a otros. Nunca está de más que nos lo recuerden y más cuando la historia se sitúa en 1932, lo que nos da la perspectiva necesaria para entender lo mucho que hemos avanzado en poco tiempo.
Regreso al hogar no es más que exageración de las relaciones humanas, no sólo en lo referente a las relaciones familiares sino en lo que se refiere a nuestras relaciones con los demás. Un padre abrupto, maleducado y que, a pesar de querer imponerse, ya ha perdido la autoridad, abre el cuadro de situación que va explicando al espectador quién es cada uno de los personajes.
