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Valor torero

Rivera Ordóñez saltando para poner banderillas

Entre los toreros el valor no es algo que se sobrentienda como en la ‘mili’. Los profesionales del toro demuestran cada tarde lo que son capaces de hacer por amor a una profesión. Ya quedan pocos, por no decir ninguno, haya sido arrojado al ruedo por la necesidad.

Pero el valor, la casta y el pundonor no son adjetivos que pervivan únicamente dentro de los límites de un burladero para los que se visten de luces. Los matadores tienen que demostrar el valor fuera de la plaza lidiando morlacos lanzados a la calle sin permiso del presidente, aparentar la casta aguantando el tipo ante las decisiones contrarias a su opinión y ensalzar el pundonor manteniendo el gesto cuando entienden que el brindis no es merecido.

La rivalidad entre toreros ha sacado a hombros a muchos de ellos. La lucha entre toreros los lleva a caer en el mayor desprecio de público y crítica. No se cortan orejas machacando al compañero. Los rabos se consiguen demostrando el arte, la elegancia, el arrojo y la clase torera.

Entrar a calificar el otorgamiento de la Medalla de Oro a las Bellas Artes sólo corresponde al jurado propuesto por el Ministerio de Cultura, que al fin y al cabo es quien concede la distinción. Quienes se hayan parado a analizar los criterios que utiliza el Ministerio para otorgar tal insignia caerá en la cuenta de que a Francisco Rivera no le ha llovido la medalla del cielo.

La Medalla de las Bellas Artes –ya sólo de oro porque la de plata desapareció hace años- se otorga a quienes han trabajado por la difusión, el desarrollo o el fomento del arte y la conservación del patrimonio artístico. Nadie puede negarle a Rivera Ordóñez haber contribuido a la difusión y fomento del arte de Cúchares en los últimos años. Lo hará mejor o peor, tendrá tardes de gloria o de fracaso, pero contribuye a mantener ese arte característico de España.

Los aficionados a los toros de toda la vida no perdonaban los devaneos de las figuras ya que entendían que sus fracasos se debían a sus idas y venidas de alcoba. Hoy el público no hace escarnio en la plaza de la vida privada del torero. Eso se lo dejan a la prensa del corazón y a algunos compañeros. ¡Qué Dios reparta suerte!

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