De nuevo la calle San Bernardo (y eso que yo pensaba que era aburrida la callecita) fue el escenario para otra de mis expericiencias veraniegas.
Otra vez con mi coche y otra vez a la altura de Espíritu Santo. Como siempre yo iba con mi musiquita cantando como en todos mis trayectos automovilísticos. Delante de mi coche, dos motoristas de la policía municipal. Semáforo. Se paran. Me paro. Y un picor irresistible en mi oreja izquierda me lleva a rascarme. Elijo el dedo corazón para la acción (era el que tenía más a mano para hacerlo) y cuando termino de rascarme, uno de los policías municipales da marcha atrás con su moto y se dirige hacia mi ventana (otra vez la misma ventanilla, si ese cristal hablara). Al llegar a mi altura me hace un gesto con su mano para que baje la ventanilla y me espeta: «Disculpe, caballero -qué educación la de los policías de Madrid-, usted sabe que está prohíbido hablar por teléfono mientras se conduce, ¿verdad?«. Le respondo, bastante perplejo «sí, lo sé» a lo que me contesta que entonces si lo sé por qué iba hablando por teléfono mientras conducía.
Yo no daba crédito, no sabía por dónde me venía. Es verdad que siempre cargo con dos teléfonos, pero mi maravilloso bluetooth y el manos libres me han ahorrado muchas multas en estos últimos años. No tengo ya necesidad de ir sujetando el teléfono y conduciendo mientras hablo.
Le aseguré al policía que yo no iba hablando, él lo ponía en duda, hasta que ya le dije que mis dos teléfonos los llevaba en los bolsillos de mi vaquero y que era imposible haber dejado de hablar y guardarme el teléfono en el bolsillo mientras conducía.
¡Alucinante! El policía se alejó sin tener confianza en mis palabras… aún no he recibido la multa, pero todo se andará.
La única conclusión que saqué fue que el policía, al parar en el semáforo, miró por su retrovisor, me vio moviendo la boca (yo estaba cantando los grandes éxitos de mi coche) y a continuación miró mi oreja y vio como mi mano estaba a la altura de mi oreja con posición de ocultar el teléfono (¡me estaba rascando, señor!).
Así se las gastan los policías de Madrid.
Eso se queda sólo para los afortunados que montan en mi coche, jaja.
Muy buena la historia…Desde luego uno ya no puede ni cantar en su coche…pero ya se sabe,la palabra de un poli contra la tuya no vale lo mismo.
En una tercera entrega seria deseable desvelar el repertorio musicar del abogueitor…
Afortunadamente, la multa no llegó nunca. Si hubiese llegado, habría sido digna de pelearla hasta el final.
Gracias, Mar, por tu participación.
Buenas noches, estas cosas pasan, y mas teniendo en cuenta que estamos en crisis y estos señores tienen la costumbre, bien conocida entre todos lo que en algún momento hemos andado entre ellos, de recaudar fondos cuando uno menos se lo espera, y acogerse a cualquier tipo de artimaña para ello. La famosa multa no debería llegar, pero cualquiera sabe que nueva sorpresa deparará el horizonte……
Historias de Policías, ladrones, agogados y procuradores hay unas cuantas.
En mi caso…Cuando vi que no estaba el coche y paré a una patrulla de policía, muy amablemente se ofrecieron a ayudarme… e incluso a acompañarme al depósito Municipal de vehículos de las Barranquillas.
Por supuesto que no hay que olvidar que los abogados necesitan para gestionar mejor sus asuntos un eficiete PROCURADOR jejejeje.