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Billy Elliot

Billy vertical_previewEn Madrid estamos de suerte. Un trocito de Broadway ha venido a parar al Nuevo Teatro Alcalá gracias a la versión del musical Billy Elliot que se acaba de estrenaren en la capital. Yo no soy un apasionado de los musicales, pero ya son varios amigos los que me echan en cara que es el momento de ir quitando ese «mantra» de mi vida después de haber estado cerca de experimentar el síndrome de Stendhal en el patio de butacas del  Theatre Royal Drury Lane de Londres viendo 42nd Street y ahora, aquí a la vuelta de la esquina, con el Billy Elliot madrileño.

No sé por dónde empezar porque todo, absolutamente todo es excelente y destacable en este montaje. El elenco al completo es grandioso. Natalia Millán, Carlos Hipólito y Adrián Lastra vuelven a demostrar, por infinita vez, que son unos grandes de la escena, con especialidad en musicales. Qué soltura, qué dominio de su profesión, qué verdad en los personajes y qué empujón le mete Tony a Billy en la cocina de la casa, más real no se puede. Para hablar del personaje de Billy Elliot no quiero mencionar a ninguno de los seis niños que se van turnando para dar vida al personaje. Cada uno le dará su impronta con toda seguridad, pero, desde luego, técnicamente todos han sido formados para no defraudar y encandilar al público. Combinan interpretación y danza con igual dominio a pesar de estar en la plenitud de su adolescencia. Los mismo pasa con el resto de personajes de niños de la función. billy_elliot_escena_18_SOLIDARIDADBrillantes en sus interpretaciones. Aquí no puedo por menos que destacar el deslumbrante trabajo de Álvaro de Juana dando vida a Michael, el amigo de Billy. Se come el escenario, recibe ovaciones y caben pocas dudas para pensar que, si nada falla, podrá llegar muy lejos en el mundo de la interpretación. El trabajo del actor y bailarín Alberto Velasco en el personaje de Braithwaite es preciso, concreto, limpio. Mamen García, la abuela de Billy, es para llevársela a casa y ponerla en la cómoda, y durante la función es para disfrutarla con cada palabra y cada gesto. Y Juan Carlos Martín es un George descarado, incrédulo y a la vez tierno que sabe ganarse el corazón del espectador.

Todo brilla en este montaje gracias a la mano de su director, David Serrano. Confieso que me he reconciliado con él (que se me entienda, metafóricamente) porque varios de sus montajes anteriores me gustaron poco o nada. En las dos últimas semanas ha escalado  posiciones en mi ranking personal de grandes directores de escena, gracias, primero, a la espléndida dirección de «Los universos paralelos» y, ahora, con el trabajo que ha realizado en Billy Elliot. Si existieran las olimpiadas de los musicales, la labor coreográfica de este montaje estaría en el podio y recogiendo la medalla estarían Peter Darling y Toni Espinosa. Limpieza y sincronía definen su aportación a la propuesta, su buen hacer permite poder decir alto y claro, sin bajar la barbilla, que Madrid está al nivel de Broadway o del West End de Londres. La escenografía de Ricardo Sánchez Cuerda es creativa, ingeniosa, detallista y nada exagerada, se llevará más de un reconocimiento. Todo en su conjunto funciona con precisión, nada falla, nada chirría. Difícil encontrar algo así en unos cuantos kilómetros a la redonda y en unos cuantos lustros. Quiero vaticinar que estamos ante un nuevo fenómeno teatral en Madrid similar al que ha vivido El Rey León en los últimos tiempos.

En 2010 pude ver el Billy Elliot que se levantó en Nueva York. Hoy puedo afirmar que me ha impactado, que me ha tocado infinitamente más este montaje que el de Broadway. Me encuentro en el camino de no torcer el morro cuando me cuenten que se barrunta el estreno de un musical en Madrid.

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Comedia multimedia

comedia multimediaSupe la existencia de esta función cuando su perfil en Twitter @ComediaMultimed empezó a seguir a @EfectoMadrid. Todo muy mutimedia. La estética que vi en las fotos me moló, me moló mucho. De hecho, pensé que se trataba de una comedia, eso estaba claro, guiada por una azafata de altos vuelos y alto tupé, interpretada por Inma Cuevas que sin duda, y cada vez más, ya anda por la estratosfera (hoy me he desayunado con la crónica de Daniel Galindo para los informativos tempraneros de RNE en la que contaba que la Cuevas había sido doblemente premiada por sus compañeros de la Unión de Actores. Un no parar lo de esta mujer. Desde aquí, desde allí y desde donde haga falta, mi enhorabuena, que no sé si es necesario debido a mi reconocida devoción, que viene de lejos).

Me despistó ese azul Facebook que es muy parecido al azul azafata clásico y contemporáneo (si no, echad un vistazo al uniforme de las auxiliares de KLM). Pero ella no, ella no es una azafata. Ella es una maestra de ceremonias, una diosa, una diva y hasta un «Pepe» cualquiera en esta «Comedia multimedia». El título no lleva a engaños. Comedia es y  la cuestión multimedia recibe mucha cera. Noventa minutos de risas de continuo, que te llevan de una situación a otra, la mayoría de ellas vividas por el público con su ordenador, con su teléfono, con su wifi, con su televisión, en resumen, con lo que sea que a través de una pantalla nos conecte con el otro lado de la pared. La confirmación de que los espectadores se identifican con lo que Inma y sus chicos -David Ordinas, Jacinto Bobo y Fran García, que están fantásticos y dan grandísimos momentos a la función gracias a su talento multidisciplinar-, se comprueba en directo y no se escapa nadie de haber caído en las redes de las redes. Y si no, que se lo digan a Alberto Velasco que el día del estreno se quedó solo haciendo una confesión secreta… (y hasta aquí puedo leer). Ese día fue Alberto y otro día será otro espectador cualquiera porque esta función conduce a la reflexión para preguntarnos si debemos seguir por donde vamos. ¿Sabemos hacia dónde nos está llevando la tecnología, los avances en la comunicación y la avidez por consumir datos en la que vivimos? Creo que muy pocos conocen la respuesta aunque «Comedia multimedia» a través de sus músicas, sus coreografías, su chica y sus chicos nos permite sacar conclusiones para aplicarlas a nuestra forma de gestionar la desmesurada actividad multimedia en la que vivimos.

Contar con la dramaturgia de Álvaro Tato y la dirección de Yayo Cáceres es lo mismo que decir que esta producción ha contado casi con la esencia de Ron Lalá para encaminarse al éxito. Álvaro y Yayo endosan píldoras al patio de butacas que reacciona como si inhalara el gas de la risa, con la diferencia que sus píldoras nos se evaporan, al contrario, dejan un poso que queda por un tiempo. Dramaturgo y director saben manejar el lenguaje, la comedia y la música, dándole el ritmo adecuado para no caer ni en la pesadez ni en el aburrimiento, dos características que nunca definirán lo que es «Comedia multimedia», un divertimento reactivo y crítico al mundo interactivo en el que todo es posible, pero al que también hay que fijar límites.

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Ranking teatral semana del 19 al 25 de octubre

Comenzamos nuestro ránking con el montaje que más repercusión ha tenido esta semana en la escena madrileña

EL REY TUERTO

Contar los dramas con humor no es tarea fácil en una sociedad en la    que la lágrima fácil y el lamento ante la adversidad es el objetivo de muchos. El autor y director de este montaje, Marc Crehuet, ha sabido encontrar la esencia del teatro que no es otro que contar una historia que haga reflexionar al público, así de simple, pero tan poco conseguido en tantas y tantas ocasiones. Estamos cansados de oír hablar de la crisis y de sus consecuencias en un tono dramático y crispado donde la desesperación acaba con las ilusiones, con las ganas de hacer cosas nuevas. Y llega Marc Crehuet y tira por tierra esta visión de la desgracia. Aunque su rey sólo pueda ver la mitad, tuvo la mala suerte de que le reventaran un ojo y quedarse tuerto. Su visión abarca la globalidad del problema, de la crisis, de la protesta, en este lado y en aquel, en el sentido común y el sinsentido de los que, aunque tengan ojos, no ven más allá de sus narices. Parece que no hay muchas posibilidades de tratar estos temas con humor, ¿verdad? Pues coge el buen Crehuet y lo adereza en forma de comedia, abriendo una puerta para que entre una bocanada de aire fresco y renovador al teatro como medio reivindicativo y medidor de la realidad social. Y no es que el teatro, hasta ahora, hubiera dejado de ejecutar esta función, pero “El rey tuerto” aporta un plus, una nueva manera de enganchar al público con su forma de contar la parte de atrás de una historia que, perfectamente, podría haber sido real y pública. “El rey tuerto” es una de esas obras que crea afición al teatro no comercial y los amantes de las artes escénicas deberían estarle agradecidos.  Calificación: Corran a ver “El rey tuerto” a la Sala Mirador de Madrid.

La siguiente propuesta ha dado mucho que hablar

CENIZAS O DAME UNA RAZÓN PARA NO DESINTEGRARME

Siempre he admirado a los bailarines por su precisión y su memoria para recordar cuándo y cómo deben dar cada paso de una coreografía. Si esto es admirable sobre el escenario de un teatro, no les cuento cuando se tiene que hacer en el salón de La casa de la portera que no debe tener más de quince metros cuadrados y que se encuentra bordeado por las piernas y los pies de los espectadores (exclamaría una palabra descriptiva de admiración, pero este no es el lugar adecuado). El señor Chevi Muraday se ha sacado de su “coco” esta propuesta de danza contemporánea y la ejecuta milimétricamente junto a Alberto Velasco, sin llegar a rozar ni la punta de un zapato de ninguno de los veintitantos afortunados que en cada función disfrutan de “Cenizas o dame una razón para no desintegrarme” en La casa de la portera. Pero el mérito de Muraday no se queda sólo en la ejecución del trabajo… no, además consigue contar una historia, a través de la danza, y de los textos de Pablo Messiez y Guillem Clua, y logra que la trama se entienda, que eso sí que es difícil en la danza contemporánea. Lo que cuenta “Cenizas” es un drama donde los haya que podría estar perfectamente inspirado en una historia real, vamos, que no me extrañaría que así fuera. Sólo un aviso: si van a ver “Cenizas” sepan de antemano que ya nunca volverán a mirar un tenedor con los mismo ojos. Calificación: Es un montaje para encontrar su identidad, si es que la tiene perdida.

Acabamos el ránking esta semana con

 ESCRIBA SU NOMBRE AQUÍ

¿Problemas de identidad? Si cree tener alguno, en la obra de teatro “Escriba su nombre aquí” quizá le puedan ayudar a encontrar su origen. La compañía Cuarto y mitad analiza las distintas vertientes de la identidad desde el surrealismo para impactar más al espectador que está ya tan acostumbrado a vivir situaciones de este pelo que al final ve un reflejo de la realidad. Que cualquier persona tenga que gritar sus datos personales a los cuatro vientos por un motivo u otro, quiera identificarse con el lugar de dónde se viene o no encuentre un lugar donde poder echar raíces son algunos de los problemas que pone de relieve este montaje conformado por pequeñas escenas en torno, siempre, a los problemas con la identidad. Como toda propuesta formada por piezas cortas, el espectador termina apreciándolas de forma desigual quizá porque le lleguen más unas que otras, quizá porque unas son más atractivas que otras, no sé si en su argumento, pero sí en su forma de ser contadas. Hay que agradecer a la dirección de esta obra de teatro su talento a la hora de poner en marcha un montaje de esos que forman parte del “teatro de la escasez”, término acuñado por mi querido Emilio Williams y que yo ya he hecho mío porque define perfectamente el ingenio necesario para sacar adelante una obra de teatro sin presupuesto. Los directores, María Prado y Fernando de Retes, también actores en la función, han conseguido un viaje desde países lejanos, hasta el mostrador de la Administración Pública más cercana a la casa de cualquier pichi contando sólo con varias cajas de madera y algunas tizas. ¡Viva la imaginación! Calificación: Este es un montaje para apasionarse por un género como es la danza contemporánea

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