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Un hombre con gafas de pasta

Convulsa experiencia teatral en La Pensión de las Pulgas. Así definiría en pocas palabras lo que es el montaje “Un hombre con gafas de pasta” que acaba de estrenar la programación de esta ya mítica sala madrileña. La obra de teatro tiene todos los elementos para el éxito: un buen texto, una delicada y acertada dirección y una interpretación que hace sentirse al público como auténticos “voyeurs” autorizados para ver lo que sucede en la casa de esa joven, Aina, que acaba de ser abandonada por su novio y recibe a sus mejores amigos. Ellos sólo quieren ayudarla a superar el trance, similar al que luego sufrirán todos los personajes cuando la historia dé un giro que arremeterá en forma de coletazo inesperado sobre la idea que se haya podido ir creando el espectador sobre cómo se iban a comportar esos personajes. Eso nos pasa por no estar acostumbrados a las sorpresas teatrales, tan necesarias sobre un escenario. Jordi Casanovas en este texto borda este factor.

Pero en el texto se atisba mucho más, principalmente, focalizado en dos asuntos: que no es mejor artista el que mejor se vende de cara al exterior y que las amistades, por muy forjadas que estén, cuando no se tiene una personalidad fuerte, se pueden ver debilitadas por los cantos de sirena. En realidad, esto aplica a la amistad y a tantos otros aspectos de la vida. Jordi Casanovas firma también la dirección y no se le escapa un detalle. Todo calculado milimétricamente para abducir a los personajes en ese misterio que rodeará ese salón desde la llegada del hombre con gafas de pasta. El gafapasta, el intelectual, el “sobrao” es José Luis Alcobendas que maneja admirablemente el control de las miradas y las escalofriantes pausas. Inge Martín saca a relucir un torbellino de emociones, muchas de ellas encontradas, y llena de verdad a esa mujer cabal que parecía estar perdiendo la cordura. Olga Rodríguez y Markos Marín contribuyen con creces a que el giro de la obra sea más convulso para el público. Sus reacciones llenas de sinceridad golpean, otra vez, al espectador.

Calificación: Sin duda una obra que no hay que dejar pasar.

 

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TOC TOC, ¿algo nuevo por aquí?

Toc Toc es la comedia que estrena la temporada otoño-invierno del Teatro Príncipe Gran Vía. El elenco de actores entre los que se encuentran Daniel Dueñas, Javivi, Gracia Olaya y Ana María Barbany, entre otros, asegura el éxito de esta comedia accesible al gran público .

cartel Toc TocEl otro día, cuando acudí a ver la función Toc Toc (Trastornos Obsesivos Compulsivos) al Teatro Príncipe Gran Vía, recordaba con añoranza cuando con quince años fui a ese mismo teatro a ver a Lola Herrera en Cinco horas con Mario. El texto de Delibes es maravilloso, pero mucha gente llegaba hasta el Príncipe Gran Vía a venerar a Lola Herrera en ese papel de Carmen Sotillo, que lleva bordando más de veinticinco años. Y no sólo por la popularidad de la actriz, sino por la gran acogida de la crítica y el boca a boca del público ante una interpretación conmovedora de la Herrera.

En Toc Toc el atractivo son los actores y la trayectoria teatral y televisiva, en la mayoría de los casos, de cada uno de ellos. Aún no ha habido tiempo para que el texto de Laurent Baffie, adaptado en España por Julián Quintanilla, tenga el reconocimiento del público y lleve a las masas a verlo. Quizá eso no suceda nunca, si bien el entretenimiento estará garantizado para muchos con Toc Toc. Esta obra teatral dirigida por Esteve Ferrer lleva algo de cada uno de nosotros. No todos sufrimos trastornos obsesivos compulsivos como los de los protagonistas de este montaje hasta el punto de necesitar tratamiento. Pero sí tenemos algunas de esas manías que son el origen de la enfermedad. Hay quien evita pisar la rayas que separan las baldosas de las aceras. También está el que no puede tocar directamente una superficie porque le provoca reparo y utiliza mil artimañas para no entrar en contacto. Eso es lo que cuenta Toc Toc, pero llevado al extremo.

La consulta de un psiquiatra es el punto de cita de los seis personajes. Allí van llegando los pacientes y el encuentro de unos con otros provoca situaciones cómicas, con momentos en los que la risa cuesta y sólo sale con facilidad a los que tienen la risa floja. El texto no ayuda al espectador. Son los actores lo que con su interpretación plagada de gestos y movimientos hilarantes facilitan la caracajada en el patio de butaca. Sin lugar a dudas, Daniel Dueñas se mete al público en el bolsillo, no por lo que de soez tiene su personaje debido a su trastorno, sino por cómo lo desarrolla a pesar de los ripios imposibles que provoca. Ana María Barbany encarna a María, una beatona que compulsivamente se santigua cada vez que algo no es como piensa que debería ser. Ana María lo interpreta con tal naturalidad que hace que su personaje sea más que creíble. Blanca tiene la necesidad de tener todo limpio a su alrededor, todo impoluto. Gracia Olaya da vida a Blanca de forma magnífica gracias a la vis cómica que posee la integrante de Las Veneno. El trastorno que padece el personaje de Lili, interpretado por Inge Martín, es casi con seguridad el más difícil de interpretar sobre un escenario por el esfuerzo que conlleva para la actriz y quizá no suficientemente reconocido por el público. No desvelaremos de que se trata por expreso deseo de Inge.

Esta apuesta teatral es un obra de identificación del público con los personajes. Ese es el espíritu del teatro: reflejar lo que en la cotidianidad sucede. Toc Toc lo logra sin grandes esfuerzos para el espectador. Falla en un final demasiado predecible para los aficionados al teatro. La similitud con otras creaciones teatrales sobrevuela el Príncipe Gran Vía. No desvelaré con qué montaje tiene final común para no desbrozarlo antes de tiempo. Quienes tengan fácil risa disfrutarán con el texto de Toc Toc. Quienes valoren las buenas interpretaciones disfrutarán con los actores de Toc Toc.

TEATRO PRÍNCIPE GRAN VÍA

Calle Tres Cruces, 8

Madrid

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