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Sótano

El cine ha encontrado en los thrillers con tensión psicológica uno de los mayores filones para atraer al público a salas, cuando el espectador veía películas en el cine. El género de la gran pantalla despliega sus recursos y hace que quien mira atentamente la historia que le están contando, aumentando su nivel de adrenalina gracias a la música o una imagen repentina e impactante. El teatro no puede sacar provecho a esas triquiñuelas porque en el escenario no hay engaño. Crear tensión en el teatro es una tarea titánica y aquel que lo consigue es porque sabe manejar los tiempos, las pausas, la palabra, las miradas, la expresión corporal, los movimientos… vamos, que sabe hacer funcionar un reloj teatral.

“Sótano” es un montaje en el que su director, Israel Elejalde, ha sabido combinar esos elementos para llegar a su objetivo: tener al público en tensión durante una hora. Elejalde ha encauzado muy adecuadamente las actitudes de los actores Juan Codina y Víctor Clavijo guiados hacia el desconcierto del espectador. Estos dos personajes que coinciden en un mismo lugar, con un único motivo, no desean estar allí, pero una fuerza poderosa les atrae para tener que sufrirse, soportarse y odiarse. Esa fuerza está alimentada por la curiosidad, por el querer saber más. La incógnita la creó el autor de “Sótano”, Benet i Jornet, y ahí la deja, abierta para que el espectador reflexione, piense y cree situaciones en su imaginación. Esa es la principal función del autor, hacer mover la meninges del espectador, conseguir dejarle con un runrún sobre lo que les pasa a esos dos hombres atraídos por un único punto de encuentro. Y ¡vamos que si lo consigue!

Calificación: Gozoso disfrute del suspense en el teatro.

 

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Misántropo

Maravillados han terminado los privilegiados espectadores que ya han podido disfrutar de las pocas funciones que se han representado de “Misántropo” en el Teatro Español. De nuevo la creativa imaginación de Miguel del Arco aporta arte y claridad a un texto clásico de Molière, adaptado a nuestros días con un verso propio del siglo XXI, y lo hace otra vez rodeado casi al completo por el elenco de “La función por hacer” y “Veraneantes”. Se confirma, así, que Kamikaze Producciones es una auténtica simbiosis sobre el escenario donde todos aportan y nadie resta.

Israel Elejalde es el incomprendido, el apartado del mundo, el amargado con el mundo, es Alcestes, el misántropo por excelencia que quiere huir de las redes de la sociedad en la que se siente preso, pero que no deja de caer una y otra vez en ese entramado que le impide escapar. Tratando de transportarlo al mundo de lo simple está su íntimo amigo, Filinto, interpretado por Raúl Prieto, con esa singular forma que él tiene de dar vida a sus personajes y que aquí está contenida, acertadamente, para no caer en la exageración. Manuela Paso es una actriz increíble y una vez más así lo de demuestra. Como Miriam Montilla, discreta como pocas sobre un escenario y aportando sintonía al conjunto. Pero sin duda las dos grandes revelaciones, o mejor dicho, las dos grandes confirmaciones interpretativas de esta producción son Bárbara Lennie y Cristóbal Suárez. Ella, aguanta el tirón de ser la causante de los mayores males del Alcestes, defendiendo ese difícil personaje en el que tiene que dar la justa ración de sentimientos al resto de amigos y a la vez buscar el arrepentimiento por haber dado demasiado. La Lennie no puede tener más verdad en cada palabra y en cada gesto. Él es Oronte, un bufón de nuestros tiempos, uno de tantos que merodean por los círculos de amigos consiguiendo sus seguidores y sus detractores. Cristóbal Suárez, a través de Oronte, aporta uno de los momentos, hay muchos más durante la función, en los que hay que quitarse el sombre ante Miguel del Arco y su clarividencia escénica combinada con la precisión a la hora de llamar la atención del espectador, aportando sin duda la distinción que le caracteriza.

Calificación: Teatro, buen teatro, grandes del teatro.

 

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