Verán, los clásicos no son fáciles. Unos por el verso, otros porque cuentan historias que tocan muy de lejos al espectador, otros porque no se sabe ya qué posición adoptar en la butaca y así podríamos conseguir con una larga lista de motivos. Pues llega el bueno de Jose Martret, actor, adaptador teatral, director y empresario teatral, (suena fuerte, pero lo es) y monta un Macbeth en la que fuera la casa de la cupletista la Bella Chelito en la calle Huertas de Madrid. Cóctel explosivo con resultado de un Shakespeare a altura de cualquier mortal, quizá menos versionado de lo que en principio se pueda dar a entender, pero sí mucho más cercano que otro Macbeth. Muchas de las ideas que aquí tiene Martret son geniales. Por ejemplo, esas brujas, Rocío Calvo y Maribel Luis, siempre estupendas ellas, que son representadas como tantas brujas de andar por casa, conocidas de todos y que auguran futuros sin más base que una intuición, a veces, fallida. Francisco Boira carga con el peso de ser Macbeth, ardua labor para un actor y más aún cuando el espectador está a menos de un palmo, quizá cuando Boira esté más adaptado al espacio, ese Macbeth respirá más seguridad. Quien sorprende, como en cada una de sus actuaciones, es Inma Cuevas. Es una magnífica maestra de ceremonias con una capacidad sobrenatural para interpretar lo que le echen (tiene ahora mismo tres montajes distintos en cartel) y para atraer al espectador, tanto que en la escena final más de uno no podrá separar la vista de su cara que muestra el ingente sufrimiento que se avecina para su reino y que logra conquistar, una vez más, el escenario para delicia de sus lacayos. Inma Cuevas, ora pro nobis. Y todo ello en un espacio, único, singular, distinto, adaptado a las necesidades y que, en ocasiones, quita protagonismo a lo que sucede en la escena porque la selección de elementos decorativos es tan cuidada que es inevitable que la atención se distraiga. Calificación: El Macbeth de siempre en un entorno muy próximo a nuestros días.
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El mercader de Venecia o la lucha de religiones
Cuando Shakespeare escribió a finales del siglo XVI El mercader de Venecia los temas que trababa en esa obra eran vistos con normalidad para el público europeo. Sin embargo, visto hoy, El mercader de Venecia nos hace reflexionar sobre la forma de vida del momento, las dificultades sociales para entablar relaciones o el gran conflicto existente ya entonces entre religiones.
La República de Venecia era un estado independiente que lanzó sus tentáculos mercantiles por todo el mundo enviando naves hacia los puntos más insospechados del planeta. La mayor parte de sus habitantes vivían del comercio, sin el que no habrían sido lo que un día fueron -hoy viven del turismo sin el que no serían lo son-. Il Doge regentaba esta república. Otorgaba leyes, administraba justicia, cobraba impuestos… y marginaba a los judíos a no poder ejercer profesión alguna y a vivir confinados en la isla de la Giudecca, ejerciciendo como prestamistas que no estaba catalogada como profesión. Y así nos describe Shakespeare cómo era la sociedad veneciana de la época en El mercader de Venecia, que estos días se representa en el Teatro Infanta Isabel de Madrid.
Esta obra plasma la persecución y la continua incomprensión sufrida por el pueblo judío. De haber sido escrita hoy, El mercader de Venecia, habría sido calificada como políticamente incorrecta. Pero representarla en estos días nos permite saber cómo se pensaba entonces. Es cierto que el personaje del judío Shylock (interpretado magistralmente por Fernando Conde) no es un ‘santo’. Tampoco la reacción del resto de personajes habría sido la misma sin la provocación del judío a Antonio, pero Shakespeare deja claro quiénes son los buenos y quiénes los malos.
La versión que se representa estos días aporta vivacidad a la obra, emoción e incluso un humor hilarante en algunas escenas. Denis Rafter, su director, ha conseguido hacer de un clásico una obra con interés por saber que va a pasar -más en el segundo acto que en el primero-, suscitando la intriga de saber si los personajes de Antonio (en esta versión interpretado por Juan Gea) y Bassanio se aman o viven una fuerte amistad, mientras Porcia (Natalia Millán) lucha por conseguir el amor de su vida.
Hasta el 9 de agosto.
Calle Barquillo, 24
Tel.: 91 521 02 12
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