Evita

Reconozco que a veces me da por algo y no lo suelto hasta que no pasan unos cuantos días o semanas. Me sucede muy a menudo con las biografías de algunos personajes que atraen mi atención. Llevaba yo una temporada muy relajada con el asunto hasta que ayer fui al estreno de «Evita». Tenía curiosidad por ver el montaje y ganas por ver «Evita» por primera vez. Con Paloma San Basilio era demasiado joven, no tenía yo edad para ir a ver el musical, aunque no fue por falta de gana. La película con Madonna no me atrajo nada. Así que aproveché y me fui al Nuevo Teatro Alcalá a ver esta producción del Auditorio de Tenerife, dirigida por Jaime Azpilicueta con el cartel como única referencia propia. Confieso que en la breve descripción que acabo de hacer del montaje ya hay varios elementos que me podían hacer presagiar que no sería el musical de mi vida.

evita_madridEstreno. Cola de media hora de espera para recoger las invitaciones (vas invitado y te aguantas, a veces las pagas y tienes que chupar espera igualmente). Menos mal que estaba Epunto con su madre en la cola y eso adelantó un poco. Son encantadoras, dan conversación, hablamos de teatro, alabamos y criticamos y llegamos ya al punto de recogida bastante entretendos. Recorrí el largo pasillo del patio de butacas sin mirar mucho para los lados, no tenía yo el día para mucho palique. Llegué a mi sitio y una voz desde la oscuridad gritó: «No vendrás a mi lado, ¿no? ¡A mi lado no te sientas!» Reconocí esa voz. Era Mpunto con una copa de cava en la mano. «¡Cuánto tiempo sin vernos! ¡Sí, sí, mucho!» Le dije que está rejuvenecida con ese nuevo look. Lo agradeció cortesmente y hablamos sobre cosas suyas mucho en poco tiempo . En realidad, yo había tenido algunas ltiranteces laborales con Mpunto porque un día, en otro estreno… bueno, en fin, una salida de pata que tuvo en un momento inapropiado y no estoy yo ya para aguantar ni salidas de pata ni entradas de oca. Estuvimos distantes un tiempo hasta que un día se lo solté todo por whatsapp me pidió disculpas y me dijo que ella me quería mucho. Nunca la hubiese esperado, pero la vida te sorprende. Ahí me ablandé, lo reconozco públicamente. Pero no pasa nada, todos necesitamos que nos quieran.

Mpunto me dijo que había oído algún comentario negativo sobre las funciones previas de «Evita». Seguí acumulando más lastre. Se apagaron las luces, empezó el espectáculo y, como que estoy ahora sentado en el sofá de mi casa, no entendí nada de la primera canción, pero ni una palabra. Agudicé tanto el oído que el resto de los sentidos perdieron atención, como cuando estás buscando sitio con el coche y bajas la radio para ver mejor, ¡lo mismo! ¡Ay, Evita mía, que esto remonte, por favor! Poco, remontó poco. Me atrajo la historia, es decir, que el libreto de Tim Rice con música de Andrew Lloyd Weber tiene su atractivo, aunque no hace falta que yo lo diga aquí. El desarrollo me mantuvo atento y no vi caras intentando levantar los párpados con grúa. Tuve la sensación en varios momentos de que Inma Mira, Evita en la obra, estaba uno o dos tonos por encima del suyo, haciendo que su interpretación musical fuera poco natural y difícil de entender. Si no perdí anoche varias dioptrías es porque la naturaleza es sabia. Jadel interpreta al Che Guevara. Canta bien, pero recuerda más a Kent Militar que al guerrillero argentino. Otro estilismo lo haría más creíble. Ignasi Vidal desarrolla con soltura el papel del General Perón, canta y se le entiende a las mil maravillas. Destacan, por el contrario, tanto Miriam Reyes que interpreta a la chica de la maleta y Geni Afonso que da vida a Juana Ibarguren.

Nunca antes imaginé que podría acordarme tanto de Paloma San Basilio en un momento específico de mi vida. Salí tarareando «No llores por mí Argentina» pero la voz que retumbaba en mi cabeza era la de la primera Evita española. Muchos no pudimos ver aquel montaje de los 80 que, como este del 2016, estaba dirigido por Jaime Azpilicueta, pero algo de aquello estamos viendo sobre el escenario del Nuevo Alcalá en el siglo XXI o si no se repiten cosas, algún traje del vestuario debe ser de aquel montaje y desprende olor a guardado.

Acabo esta entrada y sigo investigando sobre la vida de Eva Duarte de Perón que tuvo una enganchada gorda con Carmen Polo cuando vino a España, dicen que se dejaron de hablar en doce días que estuvo en la Península Ibérica. Y lo del cadáver de Evita, que estuvo viajando de un sitio a otro cuando al final del régimen peronista profanaron su tumba y dicen que hasta hubo quien lo utilizó para contactos con el más allá. Me quedan varias biografías por leer y por ver la serie «Carta a Eva» que emitió TVE. Os dejo.

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La piedra oscura

Carta a Alberto Conejero

Querido Alberto:

Espero que al recibo de la presente te encuentres bien. Me apetecía contarte por escrito mis sensaciones después de ver por segunda vez «La piedra oscura», tu obra, tu regalo a los espectadores. Imaginaba que te haría ilusión recibir una misiva (no tengo tu dirección postal, por eso, me aprovecho de la tecnología) porque ya hemos aceptado con resignación que la comunicación epistolar con sentimiento está perdida. ¡Qué hubiera sido de la historia entre Federico y Rafael sin las cartas! Menos mal que aún nos quedas tú para poderlo plasmar inteligentemente sobre un papel que se subirá a los escenarios. Retratas a Rafael aferrándose a esa carta con anhelo, como el único pedazo que le queda de su amor y a la vez le sirve, paradójicamente, de consuelo. En nuestros días, nos venimos arriba mirando un whatsapp o escuchando un mensaje de voz, pero el punto romántico no es ni comparable y tú nos has hecho revivirlo y, a más de uno, le habrás ayudado a conocerlo. Al igual que has tomado la estilográfica de Federico poniendo en boca del soldado, en ese monólogo inicial, un texto que es puro Lorca escrito en el siglo XXI.

la-piedra-oscura-cartelVer «La piedra oscura» por segunda vez en el Teatro Galileo significó encontrarme con el dolor de vivir una agonía sin enfermedad previa. Me retorció el estómago más que la primera vez que me enfrenté a esa historia llena de vida. Una lucha por no dejar de existir, por encontrarle un motivo lógico a lo irracional y en la que cada palabra de los personajes permite a los espectadores entender el significado de cada palpitación de esos dos hombres tan distantes y tan cercanos entre sí. Cada latido de esos dos seres inocentes mina el alma del público. Estoy seguro de que también calaron muy profundamente en ti durante los meses que conviviste con esos dos damnificados mientras buscabas la manera de darlos forma. El recuerdo de ese tiempo que viviste trabajando en este texto se habrá quedado de manera indeleble dentro de ti, dándote alas para crecer aún más como persona en el camino de la excelencia humana, siempre luchando por evitar que se repitan injusticias similares. Espero que haber recibido el Premio Max te haya servido de bálsamo para las heridas. No sabes cómo me alegré cuando supe que era tuyo.

Antes del reestreno te vi nervioso y emocionado por el regreso de tu obra a Madrid. Lo justifico porque sé que te exiges mucho a ti mismo, pero una vez que se apagan las luces y empieza la función, buena parte de esa responsabilidad, que es el acicate de tu trabajo de dramaturgo, recae sobre Pablo Messiez, Daniel Grao y Nacho Sánchez. Difícil superar lo que ellos hacen. De Pablo, no esperaba menos, es el director que no defrauda. ¿Llegará el día en el que algún trabajo del señor Messiez no convenza? Me costará creerlo si me lo cuentan. En «La piedra oscura» lo da todo, no hay fisuras en su trabajo. Otro Premio Max bien merecido. Otra buena alegría que me llevé. Hace varios años que conozco a Pablo y sus trabajos, ya le iba tocando. Cuando supe que Daniel Grao y Nacho Sánchez iban a dar vida a estos personajes imaginé que el trabajo no iba a ser fácil para ellos. Poner en pie esos seres humanos, que luchan de forma sobrehumana, no está al alcance de cualquier actor. Parece que ellos dos se han quedado anclados en esa cárcel desde hace ochenta años y cada día reviven esas horas previas al fin sin que el tiempo pase para ellos. Imagino que te estarán inmensamente agradecidos por crear esos personajes. A los espectadores nos faltan fuerzas en las manos para reconocer suficientemente con aplausos su pasión en este trabajo.

Decía Federico: «Desechad tristezas y melancolías. La vida es amable, tiene pocos días y tan sólo ahora la hemos de gozar.» Permíteme que le lleve la contraria, aun a riesgo de que tuerzas la boca. La tristeza hay que experimentarla cada tanto, nos ayuda a sentirnos vivos. Al teatro no sólo se va a reír fácilmente, al teatro se va a renovarse viviendo historias que nunca llegaríamos a conocer de otra manera.

Gracias, Alberto, por tus regalos. No evites seguir dejándonos perplejos ni te quedes con sorpresas en un cajón. El presente y el futuro te estarán muy agradecidos.

Espero que nos veamos pronto.

Recibe un abrazo,

Jesús Ortega.

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La lista

Casi, casi podría decir que he inaugurado la temporada teatral viendo «La lista» en la Sala Cuarta Pared. Es cierto que antes vi «La piedra oscura», pero repetía, así que no sé si cuenta. Fui a la Sala de la calle Ercilla animado por la vehemencia con la que P.J.L. Domínguez, crítico de la revista Guía del Ocio y creador del blog Cerca de la cerca en el que amplía algunas de las críticas teatrales que publica en la Guía y donde ven la luz aquellas que no publica en la revista convencional, hablaba en su crítica sobre esta obra de teatro. cartel-la-lista-a2«Vayan a verla», decía sin objeciones, literalmente y lleno de razón. Así que como un corderito yo le hice caso porque a los maestros hay que seguirlos en el camino. Encima no fui solo, arrastré a Epunto y a Cpunto y  Cpunto se lo dijo también a dos amigos (Lpunto y Cpunto)¹ a los que yo no conocía, pero la chispa surgió entre los cinco y nos pasamos una tarde de risas.  Bueno, risas fuera del teatro porque «La lista» tiene poco de humor (ni falta que le hace) y si no, que se lo digan a Cpunto que «izó velas» durante un ratito viendo a esa mujer, loca ya de tanta lista como tenía en su vida. Es que hay que dejar algo para la improvisación. Siempre lo digo. Si no improvisas, te aburres. Lo tengo demostrado. No por mí, por otros. Tengo ejemplos a mansalva, pero no daré iniciales, al menos, en esta entrada.
Que hacer una lista de vez en cuando no viene mal. A todos se nos puede ir algo, pero apuntarlo todo, todo  en una o varias (peor aún) listas como hace la protagonista sólo te lleva al caos y a la desorganización porque como ya está escrito, lo borras de la mente. ¡Ay, amigo, vete a buscar luego en qué lista lo apuntaste! Y encima no ejercitas la mente. Me da rabia la gente que va a la compra con la lista. ¡Haz memoria delante del charcutero!, ya verás como tu masa gris te lo agradece.

El texto de Jennifer Tremblay se las trae porque parece que te va llevar por un sitio y te acaba llevando por otro. Desde el principio, se puede intuir el final. Esto es lo que decepcionó un poco de la obra a Lpunto porque había leído que el final era inesperado. Pero saber el final desde el principio es lo de menos porque la trama te lleva a adrentarte en los personajes que narra la protagonista, en sus vidas cotidianas y, en concreto, a centrarte en una amistad que entabla. Y ahí lo dejo que esto me puede llevar a hacer spoiler y no hay cosa que más odie. La protagonista está obsesionada con las listas y con sus obligaciones, que son muchas, pero, vamos, en vez de escribirlas, ¡hazlas! Ese pensamiento lo tuve fijo durante toda la función. Y al final esa obligación absurda por hacer un elenco de sus deberes diarios, le lleva a descuidar lo importante en un momento preciso. Lo importante pasa a ser secundario, en su cabeza, y ahí llega la debacle. «Ese es el sorprendente final, Lpunto. En realidad, el final de verdad es lo que precede al final que se intuye al principio.» No sé si Lpunto lo pilló, lo hablaremos en la cena peruana porque dijimos que teníamos que quedar para ir a cenar a un peruano y echarnos otras risas.

Y a todo esto, yo sin conocer a Frantxa Arriza, la actriz protagonista. Que mira que conozco actores, que parece que no se acaban nunca, pues a esta que no la conocía. Y me encantó. Llena de verdad ella, muy creíble todo lo que contaba y cómo lo contaba, de ahí también el «levantamiento de velas» de Cpunto. Y sola una horita sobre el escenario, que muchas actrices, incluso reconocidas y «goyadas», nunca se han atrevido. Enhorabuena si me está leyendo porque tiene la plena capacidad de transmitir esa angustia constante en la que vive esa mujer, sin olvidar la dirección de Javier G. (parece uno de mis amigos, pero es que no aparece el apellido completo en la ficha artística) que ayuda a que la actriz saque el máximo de ella.

Repitiendo la palabra de mi admirado P.J.L. Domínguez, «vayan a verla»  y, sobre todo, reflexionen sobre lo que la autora cuenta. Les ayudara a dar dimensionar los problemas y a priorizar cuando se acumulan.

Nota a pie de página:

1.- Esto de las iniciales ya lo usan otros, incluso P.J.L. Domínguez, espero que me permita la licencia. Gracias de antemano. Es que está todo inventado, ¡qué complicación!

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Tenía ganas…

Miren, tenía ganas. Ya lo he dicho. Necesitaba retomar este blog, que tenía abandonado por completo desde hace unos meses, bueno, en realidad, unos años (me dice el propio blog que la última entrada es de hace casi dos años, me parece mucho, pero me fiaré. ¡Madre mía, cómo pasa el tiempo!). Sinceramente, no tengo ninguna obligación de retomarlo, pero lo hago porque escribiendo uno echa fuera lo que no debería tener guardado, sea bueno o malo, ahí no entro porque, eso sí, una veces expulsaré rosas y otra tomates podridos, así es la vida y asumo el riesgo (¿habrá algún seguro que cubra los daños de estos chaparrones?). Ahí se demuestra la libertad que da escribir. Nos hace valientes frente a la pantalla en blanco (ya nadie escribe en papel) y quien diga que no, miente. ¿Quién no ha dicho más de una verdad a través de un mensaje escrito mediante un teléfono móvil que cara a cara no se habría atrevido a decir? Me respondo yo mismo: pues todos los que teclean con más o menos frecuencia a través de un aparato tecnológico alguna vez hasta habrá soltado una verdad que les salía del alma.

Necesidad y libertad son las dos bases que reabren «Efecto Madrid». Espero que la energía que siento en este momento me acompañe por un periodo largo y que en ningún momento sienta la obligación de tener que postrarme durante horas enfrente del teclado del ordenador tratando de transmitir una idea que en ese momento no llega. Desde luego, esa posibilidad está lejos de mis intenciones con esta rentrée.

Se levanta el telón efectero y se abren las puertas a todo aquello que merezca ser contado.

 

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Orphans

¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar por nuestra familia? ¿Los lazos familiares se diluyen cuando se afrontan problemas que pueden conllevar riesgos para alguno de los miembros que pueden implicar al resto? ¿Los vínculos parentales son para siempre o pueden llegar a resquebrajarse cuando un hecho inesperado golpea a una familia?

orphans

Las relaciones fraternales se presentan como hilo conductor de esta obra de teatro, “Orphans”, de Dennis Kelly, que de entrada y sin remilgos nos plantea el conflicto entre los tres personajes. Una pareja está celebrando una cena romántica en el salón de su casa y el hermano de ella viene a romper, repentinamente, la tranquilidad del momento, presentándose en ese salón con una camiseta ensangrentada y dando explicaciones del porqué de esas macabras manchas.

La pareja son Nuria Aparicio y Borja Elgea, al que habíamos perdido completamente la pista después de los noventa, época en la que estaba en todas partes. Gran alegría saber que sigue en el mundo de la interpretación y de forma tan solvente porque, sin duda, su interpretación es la que aporta más vivacidad y realismo a la historia que se cuenta. El hermano en discordia está interpretado por Rafael Rojas, con años de profesión a sus espaldas, que en este montaje no encuentra su lugar ni el tono de su personaje, continuamente sumido en esa linealidad interpretativa tan perjudicial para ese Liam que debe ser un vaivén de emociones.

La chica de la terna actoral, Nuria Aparacio, es la encargada de transmitir los sentimientos. Ella debe equilibrar la balanza entre el agarre de los lazos familiares que le aviva la presencia de su hermano y el vínculo con una persona ajena a su familia de sangre que es su marido pero que no tiene la visión defensiva que aporta el rojo líquido. Sin embargo, la actriz mantiene la frialdad, acusando la carencia de visceralidad que sería necesario para un personaje que se encuentra entre la espada y la pared y que es la que verdaderamente hace surgir el conflicto. La dirección la firma el reconocido director Roberto Cerdá que aporta buenas ideas al montaje aunque, finalmente, no permitan cargar de energía una propuesta del todo fría y que se desvanece por momentos.

Calificación: Montaje gélido.

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Todo irá bien

Que la juventud está atravesando por un mal momento, es algo de lo que todos somos conscientes. Quizá es algo endémico y que se transmite de generación en generación porque la juventud siempre pasa por dificultades. “Todo irá bien” habla de la historia de cuatro jóvenes a cual más tocado. Cuatro jóvenes pertenecientes a la clase obrera del siglo XXI, es decir, a esa clase obrera que puede ser vapuleada en cualquier momento y pasar de clase obrera a clase parada en cuestión de minutos. A partir de ese acontecimiento, del desempleo, José Manuel Carrasco crea la historia de cuatro personajes con sus necesidad, sus fobias y sus filiales que ante todo demuestran una infelicidad que degenera en patología. El propio autor mantiene que son personajes de barrio, de su barrio. Personas que circulan a su alrededor, que existen y cuyos comportamientos son trasladados a un escenario. Esto es realismo en vena. Vamos, que muchos se podrán sentir identificados con la calamitosa vida que llevan los personajes (ojalá que sean los menos posibles).

Cartel de "Todo irá bien" en La Trastienda

Cartel de «Todo irá bien» en La Trastienda

 Cuatro actores, Pilar Bergés, Juan Dávila, Laura Barceló e Ignacio Mateos que encuentran el punto exacto de sus interpretaciones , tanto es así que, por ejemplo, Juan Dávila parece que es un aficionado que pasaba por allí y le han pedido que interprete el papel de un chaval con media neurona que llega hasta donde llega, es decir, a las necesidades más básicas. Me la colaste, Juan. O la propia Pilar Bergés que aguanta el tirón de estar en escena durante toda la función y viviendo cada palabra que dice. Gran sorpresa. Laura Barceló interpreta a esa amiga que está ahí pase lo que pase y a la que la actriz da un toque de tranquilidad, de equilibrio que ayuda a marcar el camino de su gran amiga. Fabulosa en su última escena. El comodín del montaje es el personaje que interpreta Ignacio Mateos, él se vi envuelto en esto sin querer y afronta la situación movido por el amor que le ciega y no le deja ver más allá. Todo esta mezcla de emociones se condimentada con una buena dosis de humor y algún que otro pellizco en el sentimiento.

Calificación: Para vivir la realidad más profunda con aires de comedia de situación.

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La bella de Amherst (Emily Dickinson)

El teatro necesita de historias que atrapen al espectador, primero, por lo que cuentan y, después, por cómo se cuentan. Los autores teatrales consiguen grandes inspiraciones en la biografía de personas significativas que, por su forma de vida y lo que han aportado a la sociedad, consiguen atrapar al espectador cuando su recorrido vital se sube a un escenario. Ese el caso del montaje “La bella de Amherst” que toma como referencia la vida a la poeta americana, Emily Dickinson, de Massachusetts para más señas como bien se encarga de enfatizar el autor de la obra, William Luce.

Cartel de "La bella de Amherst (Emily Dickinson)" en la Sala Guindalera

Cartel de «La bella de Amherst (Emily Dickinson)» en la Sala Guindalera

Juan Pastor dirige esta puesta en escena que nos acerca a un personaje prácticamente desconocido en nuestro país y del que apetece conocer más en profundidad después de adentrarnos en su vida y en su obra como espectadores del montaje. Pastor se ha encargado de hacer una selección de poesías de Dickinson tan cuidadas y atractivas que harán que más de un visitante de la Sala Guindalera no pare hasta hacerse con una buena compilación poética de la autora americana. La dirección de este montaje es delicada, enfatizando lo onírico, la atemporalidad y el particular mundo de Dickinson, una mujer aislada del exterior por voluntad propia dedicada a sus pensamientos y a la escritura, que disfrutaba de cada acontecimiento como si fuera el más grande de su vida. El personaje de Emily Dickinson está interpretado por María Pastor, esa mujer nacida para los escenarios, que da el máximo de sí misma en cada función con la máxima delicadeza y el mimo con que lo hace. Aquí se enfrenta a una hora y media de texto, sin replicas visibles, durante la cual invita a amar la personalidad de Emily Dickinson.

María Pastor es Emily Dickinson en "La bella de Amherst"

María Pastor es Emily Dickinson en «La bella de Amherst»

María Pastor busca en los vericuetos ocultos de la escritora para ofrecernos su personalidad más destacada y también sus miedos, sus sufrimientos y, sin duda, sus pasiones. Y lo consigue. Transmite el amor por Emily Dickinson y las ganas de ser en algún momento ella, con sus actos de locura incontenida, de la que a veces tanto necesitamos. Juan Pastor crea el clima adecuado con cada detalle. Llama especialmente la atención el juego que la protagonista mantiene con la luz que envuelve las situaciones por las que transcurre. Gran idea de dirección. La escenografía es un canto a la atemporalidad de la historia que ayuda a evocar el onirismo, tan adecuado para todo lo que pasa sobre el escenario.

Calificación: Buen teatro hecho con gusto.

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Cuando deje de llover

En el desierto existen oasis en los que refrescarse y donde relajar la mente pensando que no sólo hay arena y dunas en el camino. Con el teatro madrileño pasa algo similar. Los oasis son pocos en el trayecto de los asiduos seguidores del mundo escénico en la capital, contados, pero los hay. “Cuando deje de llover” no es un oasis, es un océano en el desierto en el que recrearse y disfrutar con su agua, elemento muy presente en la función ya desde su título.

Cartel de "Cuando deje de llover"

Cartel de «Cuando deje de llover»

Andrew Bovell firma la autoría de esta pieza mimada milimétricamente, formada por distintas historias que encajan como un puzzle creado a lo largo del tiempo y de diversas generaciones. Hace falta maestría para saber cuadrar esas vivencias complejas en sí mismas, que se suceden. Su director, Julián Fuentes Reta, ha sabido crear una orquesta de acontecimientos en el tiempo que el espectador es capaz de seguir atentamente de forma independiente y conectando unos con otros. Julián Fuentes Reta, no es sólo maestría, también es excelencia en el trabajo porque cada palabra de los personajes se acompaña de un gesto, de un detalle que da colorido a una obra de teatro llena de duras realidades a las que nos tiene acostumbrados la vida. Texto y dirección, de altísimo nivel.

Nueve actores sobre el escenario de Matadero Madrid componen las historias de "Cuando deje de llover"

Nueve actores sobre el escenario de Matadero Madrid componen las historias de «Cuando deje de llover»

No se quedan atrás los actores. Es muy difícil encontrar elencos tan amplios y tan homogéneos a la hora de interpretar. La mano de Fuentes Reta tendrá mucho que ver también en esto. Susi Sánchez impacta por su forma de ejercer su profesión. No hay estruendos en su interpretación, es el personaje, te la crees de cabo a rabo. Consuelo Trujillo, idem. No se puede ser más madre amantísima ni más mujer sufridora. Pilar Gómez tiene la virtud de servir igual para un roto que para un descosido, no me canso de decirlo, y sabe llegar a la parte más sensible de su espectador desde la compasión que genera el personaje de Elisabeth. Ángela Villar encara la valentía de su personaje y sabe mostrar la inocencia que perderá de una tacada. Jorge Muriel no defrauda, siempre al máximo nivel, mostrando el lado más sencillo del aventurero Gabriel Law. De Felipe G. Vélez se recordará por mucho tiempo que lance el grito desgarrador más intenso y más real que se ha visto en teatro en años. Ángel Savín cierra el círculo de función, es el principio y el fin junto a Borja Maestre, actor que tiene que dar mucho que hablar por su templanza encima de las tablas. Y el último en mencionar, pero no por su interpretación porque no puede encerrar más verdad, Pepe Ocio que hace frente al personaje más indeseable de toda la función, el paradigma de la confusión y que él interpreta como si no estuviera pasando nada. Enorme, Pepe Ocio. Enfrentarse en soledad a un escenario como el de la Sala 1 de Matadero tiene que dar más que respeto y Maestre lo hace con toda normalidad. “Cuando deje de llover” se convertirá en un imprescindible de las tablas que cada persona que pueda disfrutarlo caerá rendido de amor por el teatro, si es que no le apasionaba ya este arte.

Calificación: Experiencia muy próxima a la catarsis.

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Mi relación con la comida

Si no conocen nada de la obra de la catalana Angélica Lidell quizá esta sea una buena oportunidad para saber de qué habla. Ella no protagoniza el montaje, sólo firma la autoría y sin duda no es poco. La polémica está servida en sus obras y aquí no iba a ser menos. “Mi relación con la comida” nace a partir del momento, quizá biográfico, en el que el único personaje protagonista, actriz de profesión, es convocada por un productor para comer en un lujoso restaurante para ver si su obra puede ser llevada a la escena. Mayor ofensa no se le podía hacer a la Lidell.

Cartel de "Mi relación con la comida"

Cartel de «Mi relación con la comida»

A partir de aquí surge el conflicto con la sociedad, con el capitalismo, con la globalización y, en general, con la vida del siglo XXI. La posición social es el punto de mira en el que se focaliza este texto, que fue Premio SGAE 2004. La autora muestra su odio hacia la señoronas que frecuentan restaurantes con cartas selectas, desprecia la actitud de las personas de clase social alta y crea reflexiones que se mantienen como un runrún en la mente del espectador. “Los privilegios generan odio. A más privilegios, mayor odio.” Pues es cierto. Pensamiento al aire, conocido por todos, pero que quizá nos lo tenga que poner la Lidell delante de los ojos para darnos cuenta. Y como este, hay otros tanto. También, no se puede negar, hay muchos pensamientos excesivos, al límite de la realidad e incluso alejados de sentir común, pero forma parte de su manera de ser.

Esperanza Pedreño da vida a este personaje creado por Angelica Lidell

Esperanza Pedreño

Esperanza Pedreño defiende este montaje excelentemente. Un texto muy complicado al que Esperanza da ese punto de soberbia políticamente incorrecto que pilla desprevenido al espectador sin saber por dónde va a salir después de cada frase que pronuncia.

Calificación: Para reflexionar, para seguidores de la Lidell o para aquellos que sepan seleccionar la información y procesar la que más les convenga.

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Locuras cotidianas

Les juro que no sé cómo empezar a contarles lo que es “Locuras cotidianas”. Los datos evidentes es que es una obra del autor checo Petr Zelenka, adaptada y dirigida para el Teatro Lara por Carlos Be, que cuenta entre su elenco con actores tan televisivos como Pepa Rus, José Angel Trigo y Esperanza Elipe y otros curtidos en mil batallas teatrales como son Carmen Mayordomo, Alfonso Torregrosa, David González y Fran Arráez. La obra se representa en la sala grande del Teatro Lara. Para llegar hasta allí fui en metro. Caminé con una amiga hasta alcanzar la taquilla del teatro. En la cola saludé a unos cuantos conocidos, que acudían ilusionados también al estreno de “Locuras cotidianas”. Como faltaba un rato hasta el comienzo de la función, mi amiga y yo nos fuimos a tomar una caña. Nos contamos un poco de aquí, un poco de allá y salimos del bar. Llamé a mi madre a ver qué tal estaba. Le dije que iba a un estreno y no se enrolló mucho porque sabe que en la puerta de los teatros siempre me encuentro con amigos y conocidos. Dicho y hecho. “Actores, productores, directores y demás…” ¿les suena? Es de la canción “El cine” de Mecano, más de uno la habrá reconocido, ¿verdad? Mi amiga y yo conseguimos llegar a la butaca. Estaba la sala abarrotada. Saludamos, con la mano y marcando mucho con los labios las palabras que decíamos para que pudiera leerlos, a otro amigo que estaba sentado más cerca del escenario que nosotros. Se apagaron las luces. Empezó la obra como si de una película se tratara. Interés inicial.

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Reparto al completo de «Locuras cotidianas»

Fran Arráez está muy bien en su personaje, lo tiene pillado, sí. Me hace gracia su fijación por los agujeros. La Rus es muy grande. Carcajadas. Buen golpe de dirección ese de hacerle hablar más allá de la línea telefónica. Vaya, no veo a la Elipe muy segura, serán cosas mías. Uy, que hay algo aquí que no pillo. A David González no le noto tan brillante como nos tiene acostumbrados… serán cosas mías. Oigo a la señora de atrás que dice “no me entero de nada”. Menos mal, no soy el único. José Ángel Trigo sigue vestido y creo que no va a haber excusa para que se tenga que desprender de parte de su vestuario. ¡No le van a quitar la camiseta! Ah, no, falsa alarma. Se quita la camiseta sin motivo. Yo que me creía que iba a ser sorprendido por una vez. Ya tengo que meter esta obra en la categoría de “teatro de los pectorales” y mira que no quería. Carmen Mayordomo me encanta en su último personaje. No quiero hacer spoiler, así que sólo diré que está graciosísima. David González se trastabilla con su texto, ¡qué rabia! Un fallo lo tiene cualquiera. Este chico tiene archidemostrado que es bueno, así que no me preocupa. Será… la situación. José Ángel Trigo se trastabilla, también puede tropezar el chaval. Mira Puraenvidia, ¡qué buena escenografía ha hecho con cuatro cosas! Alberto siempre acierta. La Elipe también se trastabilla. ¡Umm! Tres es multitud. ¿No será que hasta a los propios actores les resulta difícil seguir la historia que tienen que contar y por eso se les va el personaje? Miro el reloj un par de veces. Se acaba la función. Aplaudimos. Los que me encontré ilusionados a la entrada, salen con cara de decepción y no son los únicos. A alguien más también le ha pasado y lo cuenta en Twitter. Corro a mi casa que las doce menos poco de la noche es una hora bastante intempestiva para salir decepcionado de un teatro y más si al día siguiente hay que madrugar de lo lindo.

Calificación: Inexplicable.

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