El crítico

Toca hablar de una obra de teatro que ha sido muy promocionada en los medios pero que no ha tenido la repercusión en el público que hubieran deseado los que han puesto en marcha este montaje.

Dos grandes de la interpretación como Juanjo Puigcorbé y Pere Ponce se han subido a las tablas del Teatro Marquina para interpretar “El crítico”. Una obra de Juan Mayorga que esta vez ha querido criticar desde su escritura el mundo del teatro y la relación con aquellos que fijan su mirada en los escenarios para hacer extensiva su opinión al público.

El texto de Mayorga en esta ocasión es rebuscado e innecesario en algunos momentos. Lo mismo se podría haber contado en cuarenta minutos y quizá el patio de butacas habría estado más satisfecho. Probablemente la dirección de Cuco Afonso no ayude a esta obra donde vemos a los protagonistas de este duelo verbal como hombres aburridos y de oratoria difícil de seguir.

Lástima que lo que apuntaba como uno de los montajes de la temporada se vaya a pasar desapercibido.

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Chapero

No es que el espectador con este título pretenda ver un cuento de Dickens sobre el escenario, obviamente, no. Esa palabra, chapero, acerca a lo que va a suceder sobre las tablas, pero en realidad ese título aproxima sólo a una referencia que el autor, Antonio Jesús González, ha adoptado para hablar de los conflictos humanos, la necesidad de saber cuáles pueden ser los límites de cada uno, la forma de relacionarse con los demás, el sufrimiento de toda madre y las válvulas de escape que cada persona busca para liberar las cargas emocionales que conllevan los problemas.

Chapero es también una demostración del buen hacer interpretativo de los actores Salvador Bosch, dando vida con soltura a ese joven pícaro lleno de inocencia en el fondo, Marcos Castro, en ese hombre respetable que necesita salir del corsé que le oprime, y de Irene Calabuig, una actriz que sorprende por sus solidez sobre el escenario y su potencia a la hora de interpretar a esa madre presa de su vida y de su pasado y a la que, como actriz, no deberíamos perder de vista. Y todo bajo la batuta de Pedro Casas que ha sabido aprovechar las cualidades de sus actores.

Después de ver Chapero todos aquellos que fueron hasta la Sala AZarte atraídos por el título saldrán satisfechos, mientras que los amantes del teatro aplaudirán entregados por ver que en este montaje hay mucho más que el tirón comercial que pueda tener una simple palabra.

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Vive una Noche de Reinas

El próximo sábado 5 de enero se podrá disfrutar de una Noche de Reinas gracias a la velada que tienen preparada en la función especial de
«Cuentos Surrealistas para mujeres reales», de Antonio Zancada, en la Sala Triángulo

La velada comenzará de forma solidaria recopilando muñecas donadas por los espectadores que acudan a la función de esta Noche de Reinas el sábado 5 de enero. La generosidad de los espectadores que regalen su muñeca se verá recompensada con dos entradas al precio de una. Posteriomente, esas muñecas serán entregadas a una entidad benéfica.

Y desde el final de la función hasta la madrugada los espectadores bailarán y disfrutarán con una
fiesta de la Noche de Reinas en el café de la Sala Triángulo
que estará amenizada con la música más fiestera que pinchará DJ Broadway Baby y a la que acudirán Nani Rodríguez, Gema Zancada y Gala García-Cuerva, nuestras tres Reinas majas, locas, discretas, comprometidas, dispares, sin igual, solidarias y muy reinas.

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Cyrano de Bergerac

“Cyrano de Bergerac” es una de las esas obra de teatro que hay que ver y ahora se puede disfrutar en el Teatro Valle-Inclán de Madrid con un Pere Arquillué inmenso, que representa a ese ya clásico poeta y pensador que vivió en Francia en el siglo XVII.

Seguro que el personaje real no hablaba en verso aunque naciera hace cuatro siglos, sin embargo, Pere Arquillué consigue que la rima pase inadvertida, a pesar de existir, y haga que la pieza sea más ligera y más próxima de lo esperado sin olvidar que los finales de cada frase tienen que rimar con su correspondiente en la siguiente estrofa.

Recitar el verso no es simple y hacer que el público se olvide de él es una frontera que pocos logran superar. Por eso, y por el entorno de esta función, quiero decir por su escenografía, por su vestuario y por su elenco actoral, merece la pena ver esta obra ya clásica llena de modernidad y concesiones que el director Oriol Broggi se ha permitido sin que se llegue a distorsionar la esencia de la obra con más narices que se representa en la cartelera madrileña.

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Atlas de geografía humana

El teatro no deja de seducir a público y en ocasiones puede aportar esperanzas perdidas. Estos días se representa en Madrid una obra esperanzadora ante lo malos tiempos que puede atravesar hoy una persona tanto por lo social como por lo sentimental.

“Atlas de geografía humana” hace un recorrido por las necesidades políticas de cambio en un tono de respeto, sin tratar de ofender y con el ánimo de que la situación actual pueda dar un vuelco a la mayor brevedad. Este texto de Almudena Grandes, magníficamente dirigido por Juanfra Rodríguez, sienta sus bases en la amistad de cuatro mujeres y realza el valor del compañerismo, la comprensión y la escucha, a veces tan perdida por los egos de las personas a las que tenemos en frente.

La sala de Princesa del Teatro María Guerrero acoge esta obra corta de teatro que despide al espectador con un efecto casi onírico como colofón a todo lo que allí se cuenta.

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El diccionario

En el Teatro de la Abadía, en aquel entorno clerical muy laico hoy en día, encontramos sobre el escenario a la maravillosa primera dama de la escena española, Vicky Peña. Una actriz capaz de afrontar cualquier papel y defenderlo magníficamente como sucede en este montaje, “El diccionario, de Manuel Calzada Pérez, donde Vicky Peña interpreta a María Moliner, la creadora del diccionario alternativo al de la Real Academia de la Lengua, que luchó por facilitar a los hispanohablantes la consulta de nuestro propio lenguaje, con definiciones más reales y más justas.

Esta función, dirigida por José Carlos Plaza, nos traslada a los últimos años de vida de la señora Moliner y su convivencia con la enfermedad que padecía: una arterioesclerosis cerebral. María Moliner es un personaje que despierta el interés de todos cuantos amamos el castellano o el español, como se quiera llamar, ahora que se polemiza hasta con esto, porque al final es lo mismo.

En este montaje conocemos sólo una parcela de la vida de esta mujer luchadora, pero tiene una clara falta de ritmo y demasiado contenido técnico-médico que distrae al espectador de la atención a ese personaje. Eso sí, si quieren ver a una actriz como la copa de un pino, que sentir al personaje vivo e hiperreal, no se pierdan a la gran Vicky Peña.

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Iván-Off

Vivir la experiencia Iván-Off sirve de terapia a la vez que se disfruta de puro teatro fuera del teatro. Y es que La Casa de la Portera mezcla los estilos de vida austera del Madrid de los años cuarenta con el ingenio y la creación más moderna que le ha aportado Alberto Puraenvidia. Esta casa acoge esta temporada la morada de Iván, con sus habitantes, y el hogar de la familia Leyva, personajes adaptados todos ellos por Jose Martret a una realidad actual a partir del Ivanov de Chéjov. Ellos conducen al espectador por las estancias en las que se derrollan las escenas. El público va en búsqueda del futuro de los personajes.

El eje central de la historia es el personaje de Iván, tejido por Martret e intepretado por un Raúl Tejón que se sale, un Tejón que encoge el alma del espectador y le acongoja hasta el punto de querer darle un abrazo para que encuentre consuelo, pero la finísima cuarta pared de esta sala y el respeto al teatro impiden al público, a pesar de las ganas, ser el paño de lágrimas de ese hombre que sufre y no se lo guarda. Raúl consigue aliviar la situación a través de la buena templanza que le da a Iván y con la esperanza para todos de saber que puede volver a sentir y a ser feliz.

El resto de los actores aportan la chispa de la función. Las miradas inquietantes de Rocío Calvo y David González marcan la tensión de lo que, como personajes, están viviendo, provocando la risa nerviosa del espectador. Maribel Luis, en el personaje de la señora Leyva, se la cuela doblada al público. Su excesiva hospitalidad inicial no puede encerrar nada bueno. Y a Roberto Correcher, «el honrado doctor», dan ganas de nominarlo y echarlo de la casa desde que se presenta por lo que de manipulador y tedioso tiene.

Iván-Off no deja indiferente. El personaje de Iván despierta el sentimiento, las ganas de luchar contra el hastío y la necesidad de hacer algo por salir del bucle que nos inunda. Iván-Off es uno de esos regalos que la escena madrileña deja caer fortuitamente. Han llegado los reyes fuera de época, sin escribirles la carta y sin el plantón de la espera en la cabalgata.

La Casa de la Portera

Calle Abades, 24 – Bajo Dcha

Reservas 649 39 75 71

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El montaplatos (por Animalario)

La compañia Animalario, y quizá debería personificarse en la figura de Andrés Lima, ha reinventado a Pinter. «El montaplatos» es una obra del literato británico que encarnada por Guillermo Toledo y Alberto San Juan adquiere un espíritu distinto, un acción más movida y un sentido del humor difícil de imaginar en otros montajes de este título quizá conseguido gracias a sobrepasar ligeramente la frontera de la naturalidad para llegar a la exageración, lo que parece que se está convirtiendo en una marca de la casa en Animalario, aunque sin duda saben acotarlo para que no llegue a molestar.

Este texto no es fácil, vivir con el absurdo, expresarlo y hacer comprender al público qué es eso necesita de cierto arrojo. Si la versión se adapta de tal manera que parece que los personajes podrían haber viajado en el metro con nosotros esa misma mañana, la tensión se relaja en el patio de butacas y el público entra sin dificultad. Y viene bien la facilidad para relajarse porque una función así necesita mucho relax.

La sala 2 de las Naves del Matadero se ha transformado para la ocasión y la escenografía del montaje envuelve todo el espacio. Se puede decir que todo está inventado pero aquí, a pesar de todo, el espectador se sorprende ante el primer encuentro con el lugar. Y a partir de ahí llega la oscuridad, la luz y el espacio sonoro que participan activamente de esta propuesta que, aunque cuente con imprevistos como que se rompa un somier o que San Juan tropiece en plena carrera hacia lo desconocido, encajados como si estuvieran ensayados, hacen de este «El montaplatos» un montaje distinto a cualquier idea preconcebida sobre esta apuesta.

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Los ojos

«Los ojos» me ha permitido volver a reencontrarme con el teatro de verdad, con el teatro que necesitamos para alimentar nuestro espíritu a través de los sentidos. Después de caminar durante semanas por un frondoso bosque de ortigas teatrales que me provocan una especie de prurito en los sentimientos difícil de curar, por fin, anoche encontré en la Sala Pequeña del Teatro Fernán Gómez un oasis en el que poder regodearse.
Pablo Messiez, autor y director de «Los ojos», ha creado una historia llena de carga emocional, con cuatro personajes que sobreviven cada día a sus luchas internas, a sus miedos, a sus utopías, a sus ganas de triunfar en lo que cada uno de ellos se ha marcado como objetivo. Pero, además, Pablo recrea la historia a través de una especie de cuento onírico al que traslada al espectador gracias a esa escenografía rural, a ese transcurrir de secuencias casi cinematográficas, a esa iluminación creativa, a esa selección musical oportunamente encajada en su sitio en cada momento. Y todo para contar cómo esos personajes viven el mismo conflicto y deben elegir entre hacer o no hacer, avanzar o quedarse como están, luchar o tirar la toalla.
Fernanda Orazi, toda una «chica Messiez» a estas alturas, encarna apasionadamente a una Juana la Loca de nuestros tiempos, desencajada, melancólica y fuera de sí y encima Fernanda consigue que nos lo creamos. Marianela Pensado, a través de su personaje, conmueve y hace cómplice al espectador de su sufrimiento y le pone en la tesitura de aliarse o con ella o con su novio, Pablo, al que Oscar Velado le proporciona un ceguera impactante para quien lo ve. Y para rematar, Chabuca (Violeta Pérez) abre la puerta a la realidad de estos personajes. Ella es el origen del bien y del mal. Ella con su aire castellano descompone los sueños y fabrica realidades.
Tengo muy claro que a quien me pregunte las próximas semanas qué hay de bueno en la cartelera madrileña le rogaré que vaya a ver «Los ojos» en el Teatro Fernán Gómez por haber conseguido la excelencia.
Y a Pablo Messiez sólo le puedo dar las gracias por haber elegido como profesión la de hacer feliz a un público deseoso de autores y directores como él.

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